sábado, 29 de abril de 2017

El teatrillo


                                                                EL TEATRILLO  



   ¡Cataplaf! Lo mejor que me sale son los desmayos y el morirme de repente aunque las huesudas rodillas se llenen de cardenales. Abiertos los ojos de mirar al vacío sin pestañear por lo menos un minuto seguido. La mano de la tragedia en el pecho, la otra extendida hacia el público que siempre aplaude un drama.
   Mi muerte preferida es el poco a poco con todo el mundo alrededor de mi lecho. Me gusta la teatralidad de la palabra lecho. Flota el dolor en el ambiente, cúpula de mis últimos agónicos momentos. Los ojos a media pestaña, generosa y pálida perdono a todos los que me ofenden. Soy una  actriz de azotea y teatrillo.
     El público se emociona, sí, que estoy muerta, no ciega, con el rabillo del ojo miro a los chiquillos sentados en el suelo de la primera fila; las niñas lloran más, los hombrecitos no, que los llaman mariquitas, mariquitas, y claro, se aguantan, hasta se ríen para disimular, todos ellos menos aquel niño chico que está en lo suyo estudiando extasiado el color y la textura del moco que acaba de extraer, como si fuera un precioso tesoro, de su nariz pecosa.
   La entrada cuesta cinco duros.  Mi hermana Yolanda es la portera. El que no afloja la pasta ni de coña entra, pero se admiten pagos aplazados en la libreta de cuadros de apuntar morosos que pone Pepito debe tanto, María ya pagó.
   — El compás vale por dos funciones... bueeeno vaaale,  por tres  que tiene estuche y recambios.  Anda..., pasa niño.
   Yolanda un lince para la cuentas. De una botella de refresco familiar saca diez vasos engañados con agua del grifo, nunca he visto un color fresa tan casi no llego a rosa, se excusa diciendo que  el busine es el busine, o como se escriba el negocio en inglés.
   Tenemos hasta una orquesta de violines,  cuando  hace   viento vibra   el techo de chapa ondulada  de nuestro teatrillo. El aire de la azotea sopla cuentos y disfraces de oropel.
   Número de magia por Mister Seeeeerrrrrgio, el hermano de Marta, la cosedora oficial  de hacer las coronas, los mantos reales, los vestidos de princesas y mendigos. Con sus manos pequeñas da puntadas, casi siempre torcidas, a la tela de los disfraces, o  pega estrellas de papel de plata a las cartulinas del escenario,  botones de nácar o de metal, todo lo que pille la urraca del costurero de su madre.
   Mister Seeeerrrrrgio muy bueno convirtiendo el agua en colores al pasarlo de un recipiente a otro. Aplauden mucho al mago, más que a mis desmayos. Claro que así cualquiera puede con su caja de Magia Borras, la vistosa capa forrada de raso rojo, el sombrero de copa y la varita mágica de hacer ¡Ale hop!
   A la hora del reparto de beneficios hay problemas. Mi hermana la cancerbera guarda el dinero en una caja de zapatos con un apretado elástico. Es desconfiada. Mr. Seeeerrrrrgio se empeña en que le paguemos más a él que a los demás. Yolanda dice que no, al final dice que sí,  el mago le ha puesto ojitos, y claro,   llegan a un acuerdo. 
   Los gastos se tienen que descontar. La habilitada infla más de la cuenta el haber, a ver a cuanto tocamos. Habla de inversiones, cartulinas, papel cebolla y palomitas. Lo de la inversión no convence a nadie, todos queremos cobrar ya.
   De repente se acabó todo. Las vecinas protestaron de tanta subidera y bajadera de chiquillos por las escaleras y nos botaron a la calle como agua sucia.