miércoles, 16 de mayo de 2018

El padrino



                                                                       El padrino



   Cuando yo era pequeño, y de esto hace ya ochenta años, a Juan Cedrés, unos pocos minutos antes de fallecer le impartió los santos óleos el mismísimo obispo en persona. No era corriente que a un humilde hijo del pueblo le diera  la extremaunción tan alto cargo de la iglesia, para estos menesteres estaba el párroco con su hisopo de irrigar agua bendita, y si no llegaba a tiempo, la familia, vecinos y amigos le rezaban en el velatorio unas cuantas oraciones por el perdón de sus pecados.

   Mi padrino Juan, o Juanito, como solían llamarle cariñosamente, vivía del cambullón, un oficio de trueque, de toma y daca a pie de muelle. Además había que dominar idiomas, todo el mundo que se dedicaba al change sabía que moni-moni era dinero, libras esterlinas mayormente, y un guanijay (Jhon Haig), un whisky, y sobre todo había que tener ojo con los watchman, vigilantes del puerto. 

   Cualquiera no se podía dedicar al cambullón porque si se engañaba había que hacerlo con cierta mano izquierda, dar gato por liebre de manera delicada, es decir, que si se vendían pájaros canarios, se procuraba  que las criaturas fueran armoniosas en sus cantos, al menos durante el tiempo que durara la travesía. Y si no eran canoros de pura cepa, una manita de azafrán podía dar el pego..., si luego se desteñían por el camino, o se apagaban los dulces trinos, la culpa era de la niebla,  de  la extraña  alimentación de las lejanas tierras, o de la tristeza que producía la nostalgia isleña. Mi padrino siempre fue de la condición de engañar solo a quien se lo mereciera, aunque algún pájaro bueno vendió, según le diera. Como le daba pena enviar a los pajarillos a un lugar tan frío, endosaba  sólo a los que estaban viejos o enfermos para evitarles el suplicio. Juanito es que tenía muy buen corazón.

   Tan malos eran los tiempos y tanta miseria había, que fue preciso reglamentar el contrabando con cierta pátina legal dando parte a la Autoridad Marítima. El cambalache que se hacía en el mar era consignado como mercancía oficiosa, pues convenía estar a buenas con quienes, si querían, podían joderte la vida ya de por sí complicada. Nunca le faltó a quienes expedían los permisos reglamentarios, en Aduanas o en la Comandancia de Marina, puros y ron de Cuba, latas de galletas danesas, chocolate suizo, mantequilla holandesa, o su buen corte de paño inglés.

   
   Se formaron tres agrupaciones llamadas Taifas: la de “La Plaza del Puerto”, la de “El Refugio”, y la del “Muelle Grande”, a esta última pertenecía mi Padrino. Solía mediar entre las tres cuando había conflictos, dado su talante apaciguador y buen tino. 

   
   Centenares de pequeños botes se agrupaban en torno a los buques o en el muelle del puerto de La Luz terminada su construcción casi al final de la guerra. Juanito se dedicó sobre todo al intercambio con los barcos argentinos. La carne y la penicilina eran su especialidad. Él ofrecía canarios, mantelerías caladas a mano, también piñas de plátanos y tomates para la larga travesía. En la posguerra pudo hacerse rico, sin embargo, muchos isleños le deben no solo la salud, sino el haber pasado menos hambre de la que tocaba. Por eso empezaron a llamarlo Padrino. A mí me sacó de una meningitis, y a mi madre de unas fiebres malas que casi no lo cuenta. Ayudaba al que podía por pocas perras, y al que no podía pagar también socorría. Las putas del puerto se lo rifaban, no solo por sus medicinas milagreras, sino porque las trataba a todas como si fueran señoras. Nunca se casó el hombre, ni necesidad de hacerlo, no le faltó caricias, ni cariño, ni menos aún, el respeto.

 
   Cuando enfermó entre todos los vecinos le cuidaron, y hasta don José, el doctor, no quiso cobrarle ni un real, pues también le debía favores.

 
   El obispo llegó por fin a la casa del moribundo. Vino caminando desde la otra punta de la capital, y pegado a su pecho la custodia y los aceites de ungir cubierto del paño sagrado. Caminaba y sumaba peregrinos a sus espaldas. No se sabe si el señor obispo lo hizo porque le curó de algo, o porque ganarse al pueblo es de personas inteligentes, y dicen que este obispo era listo, más que otros que prohibían hasta los carnavales, la única distracción de las buenas gentes, de las malas también. 

 
   Le precedía la boca del pueblo que iba pregonando el recorrido.

 
   —Está saliendo de la Catedral de Santa Ana

 
   —Ya salió del barrio de Vegueta.

 
   —Ya va por la calle de Triana.


   —Ya está llegando.


   —Ya llega.

 
   Algunos vecinos tuvieron la idea de recibirlo bajo palio. A la alfombra persa de Sebastiana quisieron meterle cuatro palos para que hiciera de baldaquino o dosel sobre la cabeza del obispo, pero la mujer se negó porque sus buenos duros le había costado, y porque los de la feliz idea iban pasados de ron. No me viene a la memoria el nombre del tal obispo, por lo visto llegó a cardenal, por aquí le decimos el que le dio las últimas al pobre Juanito, que en paz descanse, con estas palabras: —Por esta santa unción, y por tu bondadosa misericordia, Juan Cedrés, que el Señor te ayude con la gracia del espíritu Santo, y te conceda la salvación eterna. Amén.

 
   El moribundo, ya cetrino y a punto de espicharla,  abrió los ojos, y con la voz trémula susurró: —Dígale al Señor que me perdone por el canario mudo que le regalé a usté para que se lo mandara al Santo Padre. Dígale que no me lo tenga en cuenta. 

 
   Dicha estas palabras se murió el hombre y no hubo a quien no se le mojaran los ojos. La calle se hincó a una, los hombres una rodilla sí, la otra no; las mujeres se cubrieron la cabeza con pañuelos, tocas, o cualquier tela o trapo que tuvieran a mano; la puta hermanada con la mocita; el dueño de la botica con el ciego de la esquina; la vecina cotilla rezando junto a la paseada de boca; el arrendatario y el arrendado.

 
   La noticia de su muerte corrió en pocas horas desde los corrillos de la puerta hasta la explanada frente a la bahía.


   ¡El padrino ha muerto!

 
   Rauda y veloz sobrevoló el istmo que une a la isleta con el resto de la isla llegando a todos los rincones: a los riscos y a los barrancos, a los arenales y a los frondosos bosques de pinos y tabaibas.
 
   ¡Se ha muerto el padrino!, pregonaban las bocas y la mala nueva llegaba a quienes moraban en los caseríos y habitaban las cuevas, a las cuarterías y a los sin techo, en la casa del pobre más que en la del rico. 
 
   ¡Que se nos ha muerto Juanito!
 
   Nunca por estos lares se vio entierro con tanta gente.






                                                                  Tara - Isabel Caballero

45 comentarios:

  1. Juanito tiene algo del pícaro español pero con una ternura que hace que se le coja cariño a pesar de acabarlo de conocer. Conmueve los inocentes engaños para vender los pajaritos. No me extraña que el mismísimo obispo honrara su muerte. Un beso muy grande Isabel. Me ha encantado

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    1. Ya te digo, un Lazarillo de Tormes Canario ;)
      Muchísimas gracias Ana, a ver si me pongo este finde con tu "La plus que lente"

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  2. Un texto extraordinario, original y tan humano como la vida real en esos tiempos de hambre, picardía y astucia. No sé si será por el costumbrismo literario de tus historias (especialmente esta) o por el léxico utilizado, pero tu estilo narrativo me recuerda al de los grandes escritores latinoamericanos.
    Sea como sea, he disfrutado un montón leyendo este relato, merecedor de un premio si lo presentaras a un concurso.
    Un abrazo y enhorabuena.

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    1. Humanizar a los personajes es lo que pretendo Josep Mª, algunas veces con más éxito que otras.
      Pues si lo pasaste bien con Juanito, me quedo con esto compañero.
      Un abrazo y hasta muy pronto, espero.

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  3. Me ha encantado tu relato Tara.Un abrazo

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    1. Gracias por tu fidelidad a toooodos mis cuentos Betty, un cariñoso abrazo.

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  4. Cuando leo tus cuentos me olvido del mundo, Isabel, te lo puedo asegurar. La seducción radica en lo que cuentas, pero más aún en la forma en que lo cuentas, porque esto es lo que me levanta del piso y me pone como en una nube, o como en una alfombra mágica. Y es, en parte, porque tienes el don de los prestidigitadores, nada por aquí, nada por allá, y de repente dejas volar una paloma, o un canario en este caso. Pero por otra parte tienes magia, tienes el don, que no tenemos otros, de narrar de modo tal que todo lo que cuentas está en el mundo de las maravillas que solo son posibles en otros lugares que están más cerca del cielo que de la tierra.
    Ariel

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    1. ¿pero será posible hombre de Dios que nunca encuentre ni una pega, ni una sola a mis cuentos? ehh, ehhh? (sonrío mucho Ariel)
      Un cielo es usted, que lo sepa.

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  5. Un padrino al que se le perdona todo, porque lo presentás en una forma tan tierna y humana que se le toma afecto en seguida.
    Tenés una forma muy personal de narrar, el lector entra en la trama, queda atrapado por la espontaneidad del texto e irremediablemente seducido. También me interesa que en la mayoría de tus textos esté de fondo la Historia de tu tierra.
    Me gustó muchísimo, Isabel.
    Besos.

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    1. La historia de la tierra que, por fortuna, me tocó nacer... aunque casi nazco en un avión militar entre el Sahara y Gran Canaria :)
      Que bueno que te gustó Mirella. Besossss.

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  6. Todo un personaje, el Juanito éste, que tan bien has sabido retratar, Isabel, con tu vigoroso oficio literario. Uno de esos tipos populares, más listos que el hambre, a quien todos aprecian, sean ricos o pobres. Esto lo reflejas muy bien en su populoso entierro: la fama de El Padrino no conoce fronteras, ya sean sociales o geográficas.
    En resumen, una historia con aires de realismo costumbrista, aderezada con sabrosas pinceladas de humor. ¿Está basada en hechos reales?
    un abrazo, Isabel.

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    1. El personaje de Juan Cedrés me lo inventé, le puse el mismo apellido que mi abuelo paterno, que no fue cambullonero o cambuyonero..., pero lo relativo al oficio oficioso de cambalaches, seguro que hubieron un montón de Juanitos por estos puertos canarios. O sea Paco, un poco o mucho de verdad, y un algo de fantasía.
      Un fuerte abrazo Paco.

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    2. Quise decir abuelo materno, que le he cambiado el apellido a mi pobre abuelo.

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  7. Tienes una querencia especial por los relatos costumbristas, que retratan a la gente llana, que nos muestran esos grupos humanos conviviendo en torno al pueblo, donde todo el mundo sabe quien es quien y todos hablan de todos. Y como no podía faltar, el toque eclesial sin el que un pueblo de la época que se precie no podría pasar. Harías una buena cronista, o historiadora, porque eres maestra en reflejar detalles o explicar hechos vistos desde abajo, desde la visión de la gente de a pie. Y por otro lado como te he dicho muchas veces, me agrada la molestia que tomas en documentar tus historias, porque estoy seguro que aquí hay mucho de realidad, ese cambullón a pie de muelle entre el ir y venir de los barcos, supongo que en época de postguerra.
    Pues eso Isabel, que a partir de ahora te nombramos cronista oficial de las Islas Canarias, que lo sepas!

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    1. Juerrr.. casí ná... cronista oficial... ya me gustaría ¿eh?
      Muchas gracias por tu estupendo comentario Jorge, ya me conoces lo suficiente para saber que al toque popular siempre le uno el toque clerical (o anticlerical, según se mire)
      Hasta pronto, acabo de leer tu relato con el que competiste con nuestra Ana Madrigal, ambos trabajos GRANDES. Ya te diré ¿vale?

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  8. El padrino, me pareció muy bien trabajado también, con un coloquialismo natural, cercano, práctico para la idea que debe hacerse el lector con respecto al protagonista y también a la voz narradora a través de la que ese protagonista queda dibujado. El costumbrismo y sus implicancias resulta sumamente verosímil y la presencia de buen humor hace que sea una estampa natural de la vida de las gentes.
    Abrazos.

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    1. Pues eso Gavrí, lo que dices, una estampa de la buena gente.
      Muchas gracias compañero por pasarte a leerme, un placer.

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  9. Me has llevado de la mano a un mundo singular, ya perdido en las brumas del tiempo. as recuperado su lenguaje y sus costumbres para introducirnos de lleno es su mundo. Frantástico!

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  10. De eso se trataba Norte... de recuperar oficios perdidos y sus costumbres.
    Tienes que perdonarme Norte, ultimamente ando con poco tiempo para pasarme por todos los estupendos blogs de mis compañeros, entre los que te incluyo. Que os tengo descuidados y eso no se hace ;(

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    1. Lo sé ... y es que el tintero de oro exige mucho ¿verdad? ;) pero de verdad que, al menos en mi caso, no exijo correspondencia en la lectura, si te sigo y te leo es porqué me gusta como escribes.
      Por cierto, acabo de leer mi comentario anterior y he descubierto una falta de ortografía debida a que no domino demasiado el escribir desde el celular! No se si tú puedes "arreglarla",... porfa

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    2. Lo único que puedo hacer, si así lo quieres, es borrar tu comentario, pero no te preocupes Norte, todos cometemos despistes, yo la primera.

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  11. Hola Isabel. Estos relatos tuyos tan llenos de momentos y descripciones, esas historias de esos entrañables isleños que trapicheaban a bordo de aquellos navíos (no he podido evitar visualizar esa historia con las imágenes que tengo en mi blog de los viajes de los emigrantes a la América soñada). Y siempre todos ese ahondar en los detalles; he aprendido palabras nuevas y también otras que conocía y que puede tener otra acepción, como: cambullón, canoros, taifas. La historia que nos cuenta tu narrador de ese padrino suyo y de todos es una buena canalización para aprender una cosa: que escribir también es descubrir ¿qué? ah, tantas cosas... como cajoncitos en una gaveta. Me encanta "novelear" a tu lado, descubriendo estas historias en tu escaparate. Un abrazo y gracias siempre, es un placer.

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    1. Si es que eres más bonita!!! Oye, que no lo digo por pelotear ni porque el comentario haya sido tan positivo... es por tu forma y modo de comprenderlo, en definitiva de hacerlo tuyo Emerencia. Leí la historia de los emigrantes a América y la implicación personal de tus antepasados con el mar y la distancia, y todo es implica que tu lectura sea emocional, como a mi me gusta.
      Gracias.

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  12. A la vista de este relato, tengo la impresión de que se te está escapando tiempo en mil meandros que a veces refuerzan, peeeroo , no sé yo.
    Parece ser que murió Tom Wolfe. Las gentes enteradas aprovechan y entre crespón y crespón dicen que si mejor periodista, que mejor novelista, que tira pa'quí, que vete pa'llá. La verdad es que sois un selecto grupo de escribidores y escribidoras los que podéis provocar esas discusiones pedantes.
    Y es que lo planchas admirada Tara, relatas y despiertas emociones como el buen periodista aunque escriba la página de sucesos.
    De la Isleta al Refugio al Muelle Grande... la maravilla del chambullonero, años escuchando, cantando y emocionándome con esa canción y nunca se me ocurrió preguntar por esa cosa rara "chambullonero". ¡sin perdón!.
    A lo que voy. Llevaría una gran decepción si te quedas en los meandros sociales buen rolleros de estos nuestros "blogos". En este esbozo hay mucha chicha que no puede quedar en un brochazo costumbrista. ¿Quién es ese ahijado de ese padrino? ¿Qué negocios se traía por la Isleta el "bispo"?, ¿qué vió el canario para quedarse mudo?...
    Lo pasé muy bien leyendo, pero me queda tanta intriga, que me deja la garganta rasposa. ¡quiero saber más!. Los tiempos de la penicilina en Chicote que no solo llegaba a Madrid desde los puertos del Norte, bufffff, que avispero abriste.Por favor, sigue y no pares.
    Entre tanto, gracias por este apunte de periodista escritora, o escritora que escribe periodismo de periodsmo escrito que....¡gracias maestra!.

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    1. Pues ya me gustaría a mi escribir sobre la hoguera de las vanidades como lo escribió el insigne! ya te digo.
      Javier, pues claro que se quedan cosas en el tintero, o en la trastienda entre bambalinas... hubo un director de cine italiano de gran renombre que cuando filmaba necesitaba tener los armarios, los cajones, las librerías...llenas de ropa de verdad y libros de verdad, porque aunque el "público" no lo percibiera, él, como creador, necesitaba saber que todo estaba presente aunque no se expusiera. Claro que hay historias detrás de un relato corto, hay más detrás que delante, y a mi me congratula que mis cuentos den curiosidad de revolver en los cajones. De eso se trata, creo.
      Gracias colega.

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  13. Al final, aunque parezca que no, se quedan las cosas, la bondad y los buenos sentimientos. Aún haciendo por puro sentido de humildad y de lo correcto. Quizás, hasta señalado. Me ha gustado mucho.

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    1. Gracias Keren, por pasarte por aquí a saludar a nuestro Juanito.
      Un abrazote.

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  14. Un estupendo relato, Isabel. Con el añadido del detalle sobre los cambalaches sobre los que había escuchado campanas pero sin saber de qué campanario. Muestras a ese padrino, con la candidez pícara tan española. Ese detalle de pedir perdón por el gato por liebre de ese canario es genial y muy revelador acerca de esa doble cara de este tipo de personajes tan nuestros.
    Creo que este personaje y este pueblo, obispo incluido, le puedes sacar mucho partido y muchas historias más. Un fuerte abrazo!!

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    1. Yo también aprendo muchas cosas curiosas de la mayoría de vuestros relatos. Un toma y daca.
      Me alegra te lo hayas pasado bien con Juanito.
      Un abrazo muy fuerte David.

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  15. Tara me ha parecido entrañable ese padrino y entiendo que así fuera visto en el pueblo, de esos corazones buenos. Me ha hecho reír su confesión.
    Había palabras que desconocía y que me ha encantado descubrir. El uso del lenguaje coloquial que tan bien has ido incorporando hace que sientas cercano al protagonista y al narrador. Llegas al final del relato con ganas de más y eso siempre me parece fantástico, porque es cuando disfrutas que las letras se te hacen cortas. Hay tantas historias que no están contadas en el relato pero que están ahí esperando a que las cuentes. Felicitarte porque es muy bonito.
    Besos

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    1. Gracias Conxita, que bueno que le pilleis querencia al hombre de mi cuento.
      Eres muy generosa y te lo agradezco un montón.
      Un beso.

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  16. Haces que den ganas de querer a ese padrino. Imaginé a un anciano contando sobre aquel entrañable hombre a sus nietos, sobre aquel magnánimo funeral.
    Muy bueno como siempre Isabel.
    Abrazos.

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    1. Sí, así también lo imaginé yo, y lo escribí.
      Gracias Gildardo.

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  17. Si alguien se ha hecho querer en vida, es muy posible que su muerte la lloren sinceramente y a su entierro quieran ir más que un par de familiares.
    El padrino puede descansar tranquilo sabiendo que despertó en los demás admiración y cariño, que no es poco.
    Abrazotes.

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    1. Si el pueblo lo quiso, seguro que sería por algo.
      Gracias Sofía. Un beso

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  18. Coincido con Javier el Moreno en cuanto a que nos dejas con ganas de más, creo que en todos los lugares con solera hay un personaje como tu Padrino, que detrás esconde la idiosincracia de una generación de posguerra como la que nos describes. Yo no viví los tiempos de estraperlo, pero mi padre me contó historias semejantes a la tuya que me dejaron intrigada para siempre por ese mundo de luces y sombras en el que el respeto y la lealtad se pagaban con favores de lo más variopinto. Cuéntanos más, querida Isabel, que estamos deseosos de leerlo de tu puño y letra ;)
    Un besazo, corazón :)

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    1. Pues ya le preguntaré a"mis mayores" por esas historias pasadas que traigo al presente, a ver que sale... :)
      Gracias Eva, por tu tiempo y por tu comentario y un beso escritora.

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    2. Pues parece que le conociste. Y si no, a alguien que se le parecía. Y si no, es que te empapas de la cultura y la vida de tu tierra y la transmites como nadie. Eso seguro. En pocos párrafos, no solo nos cuentas un retazo de historia, sino que nos hablas de una vida (quiero decir de la vida de una persona, no de la vida, así en general). No sé por qué, pero siempre me ha fascinado la figura del Padrino, ese personaje un tanto "mafioso" que sin embargo cuida de todos. Creo que desde que leí la obra homónima de Mario Puzo, de chaval... ¿O fue desde que vi la peli ”La gran familia"?, Cuando el padrino era JL López Vázquez... No sé, pero tú aquí nos has traído a otro Padrino igual de carismático. Se te da de miedo el retrato humano, compañera. Es todo un gusto leerte.
      Un gran abrazo.

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    3. He conocido a algunos "Juanitos" herederos de aquellos carbulloneros, aunque el oficio de haya perdido, porque he trabajado durante 23 años en el ambiente portuario, y una que se fija mucho en todo para luego contarlos. Chivatilla jeje
      Un abrazo Isidoro, acabo de terminar de leer la inauguración de Felicia. ¡Ufff!

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    4. Que eres una gran observadora está claro. Es una de las dotes de todo buen escritor/a. Pero además, sabes transmitirlo a quien te lee
      Besos

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