HISTORIA DE UN MORENO
La primera vez que entraste por la puerta de casa, moreno mío, no me gustaron nada tus chulescas maneras, ni el flequillo negro y lacio tapando el paisaje de tus ojos. Aún no sabía que ibas a pasar el resto de tu vida a mi lado.
—Ni de coña te lo cuido. No, ni por una semana, he dicho que no.
Cuando se fue tu dueño, tu primer aviso de:¡aquí esto yo!, fue levantar la pata y mearte en la pared del patio, justo encima de mis geranios, un húmedo recado de "vale, me quedo, pero cuidadito conmigo que soy muy macho".
Ya conocía tus maneras de cuando acampábamos en la bocana de Melilla. Con nosotros vinieron unos amigos con una schanauzers preciosa. Los dos guardianes haciendo ronda nocturna al perímetro de las tiendas. La hembra, de mejor oído, avisaba con sordo gruñido unos segundos antes de que su magnífica trufa olfateara la posible amenaza, entonces, ambos entonabais al unísono el concierto del aquí no se entra, frontera de ladridos para los intrusos.
La bocana es muy chivata, amplifica hasta la minucia de un suspiro que se le posara encima, sus arenas están formadas por millones de caracolas, de polvo de caracolas, cachitos de caracolas arenizadas que forman el istmo. Las pisadas nocturnas de ambos perros acentuaban el desvelo del ¡así no hay quién duerma, joder! Iban y venían los activos ruidosos; y cuando se querían, que se amaban mucho mucho y a menudo estos dos, las caracolas se aceleran entonces de tal manera que todo es un arf arf de puro gozo en la bocana.
Y no hablemos de tu modo de caminar…, si la perspectiva era la trasera con los adyacentes bien pegados al culo, parecía que bailaran en vaivén de “pero qué remacho soy caramba”. Creo que, precisamente por eso, los puristas cortadores de colas aconsejan que se sajen entre la segunda y tercera vértebra para acentuar los atributos de la canina raza en asome de vanidoso penduleo. Si de mí dependiera nunca te lo habría cortado, lo sabes ¿verdad? Por el mismo lugar, un pequinés de malas pulgas te dio una lección de dientes. En fin campeón, que ese día te cosieron puntos de sutura en el balcón de tu orgullo, en los dos.
Cuando volvió tu despreocupado amo a buscarte, ya eras más mío que de él, y aunque no tenías rabo, me quedé contigo para los restos.
Escribo de ti a ritmo de fox trot para lubricar con humor y amor la emoción a la que me somete el recuerdo de tu compañía y del ¡cuánto te quise!
He sustituido "conchas" por "caracolas" porque se la acepción que tiene la palabreja para algunos de mis compañeros argentinos. Iba a quedar "mú" rarito :)
ResponderEliminarSaludos.
Jajaja Tara me has hecho reír con la aceptación de "conchas", qué te voy a contar yo con mi nombre.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho ese Moreno y como sin querer se instalan en tu vida y resulta complicado vivir sin ellos.
Y a mi me parece una crueldad eso de cortarles el rabo, quiero pensar que al menos no les duele pero no tengo la certeza.
Besos
Amiga, para ti tiene que ser un problema, según en qué lugaress, decir tu nombre, aunque lo minimices en Conchita :)
ResponderEliminarYo tampoco entiendo que por culpa de la estética vista desde el lado humano se les castre a los perros de algo fundamental para su equilibrio. Y para su sonrisa, porque los perros sonríen con el rabo.
Besos caracola.
Bueno no es un problema porque lo sé jajaja pero me cuesta cambiarme el nombre, llevo demasiados años con él y nos hemos acostumbrado.
EliminarEs cierto es su sonrisa.
Gracias por esos besos.
Jajajaja... gracias por la atención respecto a las conchas, también llamamos así a las caracolas y, para que no se malinterprete, enseguida agregamos "marinas".
ResponderEliminarUn relato tierno y simpático sobre un morocho (así le diríamos acá) juguerón y querible. Comparto lo del rabo, qué feo queda pobre animal y sin poder expresarse.
Abrazote, Isabel.
A nadie deberían cortarle el rabo, ni el de alante ni el de atrás. :)
ResponderEliminarGracias Mirella, me alegra que te haya sacado una sonrisa. Muchos besos.
Jajajajaja. Isabeeeeel!! Yo conozco la acepción que tiene para los españoles: apelativo de Concepción ¿eh?
ResponderEliminarAsí que el moreno te pudo el corazón. Me hizo acordar a mi morocho, que ya está medio para el arpa, pero sigue ahí hasta que Dios quiera y se lo devuelva a mi papá.
Está jodido mi perro pero lo lleva con una dignidad que me da envidia. Cuánto se puede aprender de ciertas cosas, amiga!!
Un relato que como estoy volando bajo, me llegó tan al corazón que me lo estrujó. Y vos sabés lo que pasa cuando te estrujan el corazón igual que un trapo.
Un abrazo grande!!
estos compañeros nuestros peludos nos quieren de verdad, sin juzgarnos, sin exigencias, es muy fácil quererlos ¿a qué sí Simón?
EliminarUn abrazo enorme para ti y para tu morocho.
El moreno y la rubia me parecen una versión moderna y menos empalagosa de La Dama y El Vagabundo. Este chulesco me gusta mucho. No me extraña que te ganara el corazón.
ResponderEliminarUn beso muy fuerte
Buenos días Ana. Creo que ya he dicho por algún lado que ahora comparto la vida con un labrador negro. Durante un tiempo (1 año), la rubia y Morgan, el labrador, pero al tener más antiguedad la rubia lo tenía a raya al Morgan, como diciendo ¡Ehhhh!!!!!!!!! qué yo llegué primero.
ResponderEliminarParece que se me tienen que morir para escribir algo sobre ellos. A ver si me pongo a escribirle una historia al Morgan un día de estos.
Gracias Ana un beso de los fuertes.
jajajaja cambio inteligente ese de las conchas :D
ResponderEliminarEn cuanto al moreno, veo que era el típico chico malote que al final te roba el corazoncito. Esa chulería se le perdona por el encanto que desprendía con sus andares perrunos.
Si el moreno supiese leer, estoy segura de que menearía la colita como síntoma de alegría y emoción por las bellas palabras de quien lo cuidó por el tiempo suficiente como para quererlo y recordarlo de por vida.
Abrazotes fuertes, Tara.
*la colita que le quitaron
Eliminarya ya jeje...gracias Sofía. Un fuerte abrazo.
EliminarHermoso recuerdo le has dejado a tu moreno, se nota el cariño que le profesas a tus mascotas, y ellos a ti. Lo has pintado gallardo a pesar de la pérdida de sus atributos. Un relato bañado de ternura.
ResponderEliminarAriel
Tienes una gracia y salero (si se pueden considerar estos unos atributos en la escritura) que convierten un relato que podría ser trivial en algo casi poético. Me ha encantado tanto la historia (quizá los que tenemos mascotas podemos sumergirnos más ella) como el lenguaje.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues sí, puede que a quienes no le gusten los perros, con todo el derecho a no gustarles, les pueda parecer un coñazo (o conchitada)
ResponderEliminarMil gracias Josep Mª, me alegra haberte sacado una sonrisa compañero.
Qué bonito homenaje le has hecho a "tu moreno", Tara. Creo que llegó a tu vida de un modo curioso, tú ni siquiera querías, pero para eso está el misterioso destino que quiso uniros. Me ha encantado tu forma de contarlo, de compartir con nosotros esos entrañables recuerdos :)
ResponderEliminar¡Un abrazo de lunes!
Se le ve un pieza, Tara. Con esa pose chulesca, un auténtico guaperas.
ResponderEliminarY por mucho que al principio te negaras, en el momento que te miran ya te han ganado, es irremediable, ¡no hay derecho! Jeje
El escrito me ha encantado, no he parado de sonreír mientras lo leía. ¡Gracias!
Al final harás que cuelgue a mis tres ‘perretes’, ;)
Un beso, enorme.
Mira, ahí tienes la excusa para escribir algo sobre ellos Irene, tú que sabes expresar tan bien, y de paso pones las fotos de tus tres amigos.
EliminarGracias a ti Irene, un besazo..., bueno, tres.
Una fantástica muestra de tu versatilidad a la hora de narrar. En este caso un texto que rezuma gracia, desparpajo y cierto aire de otra época que le viene al pelo. Yo solo tuve una perrita que murió con 16 años, la traje a casa al día siguiente de abrir los ojos y se pasó el viaje lamiendo un biberón. Fantástico, Isabel. Un abrazo!!
ResponderEliminar¡Qué bueno qué te gustó David! Un abrazo compañero.
ResponderEliminarLe tocó el turno a la media naranja de la rubia, que no podía ser otro que el moreno. Un hijo díscolo que llegó creyéndose el amo de la casa y que terminó adueñándose de quienes la habitaban, por lo visto. Desde luego tiene buena planta, vista la foto. Por cierto que no imaginaba un paisaje de fondo tan verde ahí donde vives. Bueno, le toca el turno al Labrador, que ya estamos deseando conocerlo también. Un bico.
ResponderEliminarGracias Jorge.
EliminarEl paisaje no es canario, cuando lo trajimos a Canarias ya era viejito el pobre.
No tengo escrito nada de Morgan el labrador, aunque creo que no voy a esperar que se muera para dedicarlo algo :)
A ver si me pongo a ello pronto.
Bicos para ti también.
Hola Tara, tengo que confesarte que al empezar a leer este relato y sin ver la foto pensé que estabas hablado de un hombre, pero enseguida me di cuenta cuando hablaste que te meaba en tus geranios que era tu perro, que bien lo describes y que agradable de leer.
ResponderEliminarYo soy amante de los perros, pero sobre todo de los que nadie quiere y abandona en los refugios, y son de ahí los dos que tengo ahora y no veas que contentos estamos todos con su compañía.
Un homenaje a los perros sea cual sea su raza es digno de elogio.
Besos Tara.
Puri
Si un tío, cualquier tío,(o tía), moreno o rubio, viniera a mi casa y se meara en el patio... todavía estaría corriendo de la patada que le iba a dar en salvas sean sus partes :)
ResponderEliminarYo tampoco he comprado nunca un perro Puri, todos me han llegado de rebote, he tenido que hacer hasta de enfermera...inyecciones, sueros y lo que se tercie.
Estos son de los pocos relatos que escribo que son verídicos, la mayoría son inventados que es lo que mola.
Un beso Puri y muchas gracias compañera.
Ay, que bello perro, tan acorde a tan bello relato. Palabras tan entrejidas con el amor y la nostalgia. Cuanto se aman esos niños peludos. Para mi son mis hijos. Ni naridos, ni regalados. Recibidos y adoptados con el alma y corazón. Me has aguado los ojos con tan bello homenaje.
ResponderEliminarUn abrazo, amiga, nos unen nuestro amor a las letras y los animales.
K.Marce
Muchas gracias Karen. Cada vez que se me ha muerto un perro, y ya va un buen puñado, pienso que no voy a volver a querer a otro con el mismo cariño que sentía por el que se fue, y ¡que va!, tenemos un arsenal de querencias y capacidad para amarlos. El nuevo no sustituye al anterior animal, se les quiere individualmente, por lo que son. Incondicionales y generosos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Marce.
Me ha encantado tu narración , más sabiendo que es un amigo fiel , tu lo has dicho incondicionales y generosos los peludos , me ha gustado tu blog Tara .
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