PORTERO DE NOCHE
Pequeña reseña de la película "PORTERO DE NOCHE".-Película italiana estrenada en 1974. Su directora Liliana Cavani contó con dos excelentes y acertados actores británicos. Dirk Bogard y Charlotte Rampling.
Año 1957, Lucía Artherton (Charlotte Rampling) es una mujer judía casada con un director de orquesta al que acompaña en su gira por Austria. Al llegar a Viena se alojan en un fastuoso hotel. En una de sus entradas y salidas del hotel la protagonista se topa con Maximilian Theo Adorfer (Dirk Bogarde), un ex comandante de las SS que ahora trabaja como portero del establecimiento. A Lucía de pronto le vienen a la mente los horribles acontecimientos que dieron lugar en el campo de concentración en el que estuvo recluida durante la Segunda Guerra Mundial. El nazi la utilizó para satisfacer sus deseos sexuales cuando tan sólo era una adolescente. La traumática experiencia desembocará en una relación sadomasoquista donde el amor y el odio dominaran toda la trama.
La cinta no dejó indiferente al público de los setenta, siendo considerada película X en muchos países europeos.
PORTERO DE NOCHE
Ni siquiera me miró. ¿Quién iba a fijarse en un anodino portero de noche del Gran Hotel Köning Von Ungaam? Me limitaba a dar
un cortés: “buenas noches, señora. Buenas noches, señor”. Ella y su esposo, prestigioso director de orquesta, se alojaban en él durante sus conciertos en Viena.
Siempre
me gustaron los ojos verdes de Lucía engarzados en su cara tan pálida cómo un blanco nenúfar; su cuerpo andrógeno de adolescente; su rapada cabeza inclinada en mi
entrepierna. Nunca había conocido a nadie que disfrutara tanto de una felación.
En mi
noche libre adquirí una entrada para el concierto en el Teatro de la Ópera. Los
dioses quisieron sentarme justo detrás de Lucía. Desde mi asiento contemplé parte
de su perfil. Un rizo rebelde se liberó del brillante pasador que le sujetaba
el cabello. Dejé caer al suelo la hojilla del programa para tener la excusa de exhalar
mi aliento sobre su cuello. Se giró hacia mí. Durante unos segundos eternos nos miramos. Sus
ojos se agrandaron al reconocerme. «Max», pronunciaron sus labios sin
emitir sonido alguno.
He dejado de ser portero de noche, ahora soy cliente del hotel. Desde la ventana de mi habitación contemplo la catedral de San Esteban, las torres apuntan al cielo con sus agujas afiladas; la del lado sur, la más alta de las cuatro, parece un dedo acusador.
Me
enfundo el uniforme de comandante de la SS incluida las botas militares
con las que someto, una vez más, a mi amada perra judía.