jueves, 6 de abril de 2023

Carta de Sancho a Teresa

                                 



 


 





Teresa mía, has de saber que mujer de un rey ya eres, este mesmo que te escribe, aunque sea mi señor Quijote quien empuñe la pluma pues de letras ando escaso como bien sabes.Te envío un paño verde de varias varas para que le sirva de saya a nuestra hija,  que será princesa,  y a ti, esposa, uno de púrpura  pues ya eres señora reina  de la ínsula de San Borondón, la misma de  la que contaban  los navegantes que la habían avistado aunque las autoridades eclesiásticas y las otras dictaminaran que  no existía, que eran quimeras de molleras huecas e vacías  como la que le han achacado a mi señor don Quijote, y que llamaban:

La aprositus

La inaccesible

La velada

La encubierta

La non trubada

     Y otros muchos motes más que me dicta mi dueño, ya ves que de ilusorio nada,  puesto que soy rey, mucho mejor  que la merced de gobernador como prometióme mi señor Quijote cuando accedí a ser su escudero y nos fuimos por esos mundos de Dios a enmendar entuertos y a pasar fatigas.

     Ordenaré  construir un castillo con torretas, almenas  y cañones para guardalla  de piratas, corsarios e invasores  y un ejército he de tener para defendella, pues ya endescubierta sus virtudes será ambicionada por muchos, pues son sus aguas pletóricas de peces,  por sus montes saltan cabras tan gordas como terneras, son sus bosques frondosos y sus árboles repletos de frutos, ni tres de mis vasallos juntos abarcarían sus perímetros perfumados.

     Desto no le digas a naide,  Teresa.  Ya daré aviso de cuando has de venir y todo esté dispuesto como corresponde a mi dinidá y a la tuya. Ora que eres reina tienes que cuidarte de no erutar ni regoldar, que regüeldos y erutaciones no son propios de la nobleza, menos aún de la realeza,  ni mascar a dos carrillos, ni has de arrascarte  las greñas ni despiojarte en público.  No cuentes  nada desto ni al cura  ni al boticario ni al barbero,  pregoneros de tres al cuarto, no seáse que se enteren en la corte y envíen soldados a conquistar nuestra ínsula de San Borondón  en nombre del Rey  de las Españas  de Felipe II “el piadoso”.

 

 


     Esposa mía, continúo esta misiva semanas  después de donde la dejé para avisarte que en la ínsula, además de las dulzuras que te conté,  existen grandes canes como dragones, con los mesmos ojos de mi faz los he visto, y en sus mares hay grifos con aletas de pez, cíclopes acuáticos y serpientes marinas y en  sus bosques  ninfas y seres diminutos que hay que mirar de lado o poner la vista nublada como cuando miras al horizonte y no ves nada sumido en pensamientos, entonces es cuando aparecen y desaparecen con la misma rapidez.  También he avistado con mayor claridad a los  habitantes salvajes que hemos de cristianar  y sacarlos de las brumas de la idolatría, y hasta brujas haylas que por aqueste lugar llaman harimaguadas, de  piel más clara que los turcos y moros dafrica. No son hadas ni fantasmas ni espíritus pues tienen los muslos prietos y no están descarnadas,  son más de carnes que de huesos. Descarnados sí son los aparecidos en mi lecho, que no me apercibo si son malos sueños o los antepasados de los aborígenes llamados guanches, que momificaban y enterraban en sus cuevas con grandes piedras taponando las entradas mortuorias como hicieron con nuestro señor Jesucristo, y que como él, resucitaron,  no para ascender a los cielos, sino para perturbar mi sosiego. También se me asoman por las noches, por obra de un hechizo o alguna pócima que puede que tomara sin apercibirme,  unas hermosas  doncellas, hadas si no fuere porque visten  pieles de carnero y que afirman  ser las verdadera y últimas princesas canarias  hijas de reyes que por acá nombraban  guanartemes. Pellizcanme los mofletes,   bailan sobre mi abultada panza,  jalan de los ralos pelos que me quedan no dándome sosiego en toda la noche. Mi señor Quijote dice que es por culpa del mucho yantar y holgar, que son malas digestiones, aconséjame que ayune, que de buenas cenas están las tumbas llenas, pero me barrunto,  Teresa mía, de que sirve ser rey entonces si tengo que cerrar el jocico y no catar ningún manjar.

     Te cuento también,   esposa, que asta ora no he visto ni un solo ducado de los prometidos, menos aún maravedíes para construir la fortaleza, armar al ejército y dar de comer a mis vasallos, y si este devenir continúa me he de despojar de  la corona y tornar a servir de escudero de mi señor, o  mejor volvernos ambos a nuestras casas, él a su hacienda  como el hidalgo Alonso Quijano que es, y yo, al campo,  como el humilde  labrador de antaño, que esto de ser rey de ínfulas más que de ínsulas, no es quehacer serio, pues  oficio que no da de comer a su dueño no vale dos habas”.

     Que Dios te guarde, mi bien. A ti y a nuestra amada hija.

     Tu marido, el Rey Sancho I de San Borondón, a veinte de julio del año del Señor de mil seiscientos catorce.

          


                            857 palabras



Dedicado a mi señor padre que fue, y digo fue porque ya no está con nosotros, degustador de las andanzas  del Quijote, y en más de una ocasión oíle desternillarse por mol de alguna aventura o chascarrillo sobre todo de Sancho. Yo era muy joven y pensé que a mi padre se le había ído la mollera como a don Alonso Quijano, pero no, solo tenía sentido del humor y agora lo comprendo. Va por ti, querido papá, y por tus enseñanzas.