miércoles, 8 de septiembre de 2021

                                                     PORTERO DE NOCHE




    


Pequeña reseña de la película "PORTERO DE NOCHE".-Película italiana estrenada en 1974. Su directora Liliana Cavani contó con dos excelentes y acertados actores británicos. Dirk Bogard y Charlotte Rampling.  

Año 1957, Lucía Artherton (Charlotte Rampling) es una mujer judía casada con un director de orquesta al que acompaña en su gira por Austria. Al llegar a Viena se alojan en un fastuoso  hotel. En una de sus entradas y salidas del hotel la protagonista se topa con Maximilian Theo Adorfer (Dirk     Bogarde), un ex comandante de las SS que ahora trabaja como portero del establecimiento. A Lucía de pronto le vienen a la mente los horribles acontecimientos que  dieron lugar en el campo de     concentración en el que estuvo recluida durante la Segunda Guerra Mundial. El nazi la utilizó para satisfacer sus deseos sexuales cuando tan sólo era una adolescente. La traumática experiencia desembocará en una relación sadomasoquista donde el amor y el odio dominaran toda la trama.

La cinta no dejó indiferente al público de los setenta, siendo considerada película X en muchos países europeos.




PORTERO DE NOCHE

 

    Ni siquiera me miró. ¿Quién iba a fijarse en un anodino portero de noche del Gran Hotel Köning Von Ungaam? Me limitaba a dar un cortés: “buenas noches, señora. Buenas noches,  señor”. Ella y su esposo, prestigioso director de orquesta, se alojaban en él durante  sus  conciertos en Viena.

  Siempre me gustaron los ojos verdes de Lucía engarzados en su cara tan pálida cómo un blanco nenúfar; su cuerpo andrógeno de adolescente; su rapada cabeza inclinada en mi entrepierna. Nunca había conocido a nadie que disfrutara tanto de una felación.

  En mi noche libre adquirí una entrada para el concierto en el Teatro de la Ópera. Los dioses quisieron sentarme justo detrás de Lucía. Desde mi asiento contemplé parte de su perfil. Un rizo rebelde se liberó del brillante pasador que le sujetaba el cabello. Dejé caer al suelo la hojilla del programa para tener la excusa de exhalar mi aliento sobre su cuello. Se giró hacia mí.  Durante unos segundos eternos nos miramos. Sus ojos se agrandaron al reconocerme. «Max», pronunciaron sus labios sin emitir sonido alguno.

   He dejado de ser portero de noche, ahora soy cliente del hotel. Desde la ventana de mi habitación contemplo la catedral de San Esteban, las torres apuntan al cielo con sus agujas afiladas; la del lado sur, la más alta de las cuatro, parece un dedo acusador.

   Me enfundo el uniforme de comandante de la SS incluida las botas militares con las que someto, una vez más, a mi amada perra judía.



                                 Isabel Caballero
 
                               250 palabras