EL TEATRILLO
¡Cataplaf! Lo mejor que me sale son los desmayos y el morirme de repente aunque las huesudas rodillas se llenen de cardenales. Abiertos los ojos de mirar al vacío sin pestañear por lo menos un minuto seguido. La mano de la tragedia en el pecho, la otra extendida hacia el público que siempre aplaude un drama.
Mi
muerte preferida es el poco a poco con todo el mundo alrededor de mi lecho. Me
gusta la teatralidad de la palabra lecho. Flota el dolor en el ambiente,
cúpula de mis últimos agónicos momentos. Los ojos a media pestaña, generosa y
pálida perdono a todos los que me ofenden. Soy
una actriz de azotea y teatrillo.
El
público se emociona, sí, que estoy muerta, no ciega, con el rabillo del ojo
miro a los chiquillos sentados en el suelo de la primera fila; las niñas lloran
más, los hombrecitos no, que los llaman mariquitas, mariquitas, y claro, se
aguantan, hasta se ríen para disimular, todos ellos menos aquel niño chico que
está en lo suyo estudiando extasiado el color y la textura del moco que acaba
de extraer, como si fuera un precioso tesoro, de su nariz pecosa.
La entrada cuesta cinco duros. Mi hermana Yolanda es la portera. El que no afloja la pasta ni de coña entra, pero se admiten pagos aplazados en la libreta de cuadros de apuntar morosos que pone Pepito debe tanto, María ya pagó.
La entrada cuesta cinco duros. Mi hermana Yolanda es la portera. El que no afloja la pasta ni de coña entra, pero se admiten pagos aplazados en la libreta de cuadros de apuntar morosos que pone Pepito debe tanto, María ya pagó.
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El compás vale por dos funciones... bueeeno vaaale, por tres que tiene estuche y recambios. Anda..., pasa niño.
Yolanda
un lince para la cuentas. De una botella de refresco familiar saca diez vasos
engañados con agua del grifo, nunca he visto un color fresa tan casi no llego a
rosa, se excusa diciendo que el busine es el busine, o como se escriba el negocio en
inglés.
Tenemos
hasta una orquesta de violines, cuando hace viento vibra el techo de
chapa ondulada de nuestro teatrillo. El
aire de la azotea sopla cuentos y disfraces de oropel.
Número de magia por Mister Seeeeerrrrrgio, el hermano de Marta, la cosedora oficial de hacer las coronas, los mantos reales, los vestidos de
princesas y mendigos. Con sus manos pequeñas da puntadas, casi siempre
torcidas, a la tela de los disfraces, o pega estrellas de papel de plata a las cartulinas del escenario, botones de nácar o de metal, todo lo que pille
la urraca del costurero de su madre.
Mister
Seeeerrrrrgio muy bueno convirtiendo el agua en colores al pasarlo de un
recipiente a otro. Aplauden mucho al mago, más que a mis desmayos. Claro que
así cualquiera puede con su caja de Magia Borras, la vistosa capa forrada
de raso rojo, el sombrero de copa y la
varita mágica de hacer ¡Ale hop!
A
la hora del reparto de beneficios hay problemas. Mi hermana la cancerbera
guarda el dinero en una caja de zapatos con un apretado elástico. Es
desconfiada. Mr. Seeeerrrrrgio se empeña en que le paguemos más a él que a los
demás. Yolanda dice que no, al final dice que sí, el mago le ha puesto ojitos, y claro, llegan a un acuerdo.
Los
gastos se tienen que descontar. La habilitada infla más de la cuenta el haber,
a ver a cuanto tocamos. Habla de inversiones, cartulinas, papel cebolla y
palomitas. Lo de la inversión no convence a nadie, todos queremos cobrar ya.
De
repente se acabó todo. Las vecinas protestaron de tanta subidera y bajadera de
chiquillos por las escaleras y nos botaron a la calle como agua sucia.