Hoy es lunes, los lunes suelen ser algo complicados, llego tarde a casa, acabo de hacer la cena, y con una copa de vino blanco muy muy frío y seco, salgo por fin a nuestro jardín tan bien cuidado por él, y respiro. Las flores del jazminero comienzan a abrirse regalándonos su perfume mientras Venus asoma, un punto luminoso en el azul oscuro casi violeta del cielo.
—No es Venus cariño, es el satélite Hispasat 1C —me corrige.
—¿Sí?, ¿estás seguro?, Venus siempre sale a la misma hora —le porfío.
—No sale, desde que lo lanzaron siempre estuvo ahí, en su posición trasatlántica 30º oeste de amplia cobertura, abarca desde las Islas Canarias hasta gran parte de Rusia. Venus está por el otro lado, mira, por allá —señala.
Comenzaron a salir las estrellas, todas las estrellas, aunque las que contemplamos, me cuenta mi jardinero astrónomo, son el reflejo de lo que fueron hace millones de años. ¿Sabías que las estrellas mantienen sus formas gracias a un equilibrio hidrostático que empuja la materia hacia el centro de ellas mismas, gases, plasmas, fantasmas de lo que fueron…?
—¡Anda!, mira para arriba y cállate un ratito —le digo con la mejor de mis sonrisas.El silencio surtió efecto. Por un maravilloso e irrepetible momento nos pareció, a los dos, que nuestro microscópico lugar florido de este mundo, no era un didáctico jardín iluminado por energía cibernética, sino un cielo asomado a un jardín, o mejor, un pequeño jardín asomado a un inmenso cielo.
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