SUEÑOS DE PAPEL
—Tengo una lancha preparada Rachid, solo hay que esperar a que el agua esté como una alfombra y no haya luna llena.
Rachid y su primo Muley hablan en voz baja junto al candil de petróleo cuya luz tiñe de tonos ambarinos los racimos de dátiles expuestos, incendia los higos secos, acentúa de amarillo el azafrán colocado en pirámide y el bermellón de las especias.
—¡Cuidado! —alerta Rachid.
Se sitúan junto al oscuro mostrador de la carnicería, fuera del oído de los guardias, detrás la rotunda espalda de una mujer marcada de glúteos, Gala Ifneña. Sobre ella, pende colgada de un gancho la cabeza ensangrentada de un camello con la mueca amarilla de los dientes y parece que sonríe plagada de movibles lunares negros, moscas ahítas de glotonería pegadas al pastelón sanguíneo, enorme, mil veces mil al tamaño de sus bocas. Las moscas no pasan hambre en Sidi Ifni. El carnicero es un muchacho con calva y camiseta de letras que pregona Green Peace , no casa nada el ecologismo con el muestrario de cadáveres a tanto el kilo.
El abigarrado mercadillo bulle en la noche del sagrado Ramadán al ritmo de la fiesta, al compás de la música.
—Te hago un regalo al ofrecerte un sitio en la barca, ya sabes que sobran los candidatos.
Rachid se siente inquieto, pregunta nervioso a su primo cuántos y quiénes embarcarán.
—Hibrahím, Abdelkader, Karím, los dos hermanos Abdalá y nosotros.
Sellan con un abrazo apretado el compromiso para la primera noche de mar en calma y tiempo propicio. Sus ojos brillan más que el carbón del anafe donde se asa la carne.
Baba mira en silencio los preparativos de su hijo.
—Padre, soy joven y fuerte, no hay trabajo, no hay comida... me muero de impaciencia, no soy un perro sumiso del reino de El Magreb, soy un hijo de la tribu de los Ait Baamarán, por mis venas corre un guerrero.
Rachid es un hombre aunque solo tenga dieciséis menguados años. Levanta el hijo la cabeza y el padre reza su rosario de cuentas de ámbar: En el nombre de Dios, el clemente, el misericordioso
Su hermana le prepara un tayin de pescado frito y pimientos aderezados con comino y salsa blanca de tahína; al sabor del sésamo parece que el cielo invada su boca. Naíma envuelve algunas tortas de msemen con miel y lo guarda en la mochila de su hermano, los españoles lo llaman dulces de pañuelos por la manera que tienen de doblarse sobre sí mismos en cuatro pliegues simétricos.
— Adiós Imma.
— Dios te bendiga hijo.
Su madre le da tres besos, el último en la frente, el de la bendición.
Enfila el puerto bajando por la calle del Generalísimo Franco durante el tiempo que Sidi Ifni fue colonia española, ahora llamada de Ibno Sina.
Cinco metros y medio de eslora y dos de manga a la búsqueda del sueño de papel, la residencia española. Detrás las luces de su pueblo se disuelven. No, no es niebla, son lágrimas que cristaliza la costa Ifneña.
Suena una sura en la noche sin luna, cantinela apagada que acompaña el sonido del motor de gasoil. Golpea el agua la proa con un monótono ritmo.
Guíanos por el sendero recto,
El sendero de quienes agraciaste,
No el de los execrados,
Ni de los extraviados
Muley vomita, Rachid pasa un brazo por el hombro de su primo y aguanta las arcadas mientras amanece o parece que amanece.
Los recuerdos de la infancia y juventud siempre se quedan enraizados en nuestra memoria y tienen un no se qué que los hace especiales. Supongo que este cuento está basado en tus experiencias personales, en cosas que algún día has visto y oído. Convivir con otras culturas nos hace apreciarlas y no verlos como a extraños, sino como nuestros iguales. El azar y la suerte nos hace caer en una u otra parte del mundo, y algunas gentes, la mayoría, viven en sociedades que los excluyen y les roban el futuro.
ResponderEliminarTiene este relato un gusto añejo de lo sencillo, de tradiciones perdidas en el tiempo, de modos de vida sencillos que parecen haberse anclado en un instante temporal que se niega a avanzar al mismo ritmo que el siglo XXI. La escena del mercado es muy gráfica, incluso en su vertiente desagradable (esos camellos decapitados plagados de moscas) y nos mete ya desde el principio muy de lleno en el ambiente. Me gustó el recurso que utilizas para ubicarnos geográficamente, "las moscas no pasan hambre en Sidi Ifni".
Me llama la atención también las alusiones constantes al parentesco familiar, primos, hermanos, padre, madre... que pone de manifiesto todo lo que Rachid deja atrás, supongo que lo único que tiene. Hay también numerosas referencias "cursivas" a elementos culturales de la tierra (a quien se le ha ocurrido el nombre de msemen? mejor comerlo antes de conocer la denominación local) que da mayor realismo a la ambientación.
El final queda abierto, quien sabe si nuestros amigos conseguirán su sueño... o descansarán ya para siempre bajo las aguas, como tantos otros.
Saludos Isabel.
Hola Jorge, gracias por tu comentario. Hay en el relato cierta implicación personal que no me importa compartir. Mis padres se conocieron en Sidi Ifni, se casaron allí y cuando se mantuvieron lazos de amistad con personas que compartieron vida, además se fundo una página Web llamada "Amigos de Ifni" para seguir manteniendo contacto. Muchas de esas personas, dada su edad, han fallecido, y los hijos de algunos de ellos siguen ejerciendo labores de las llamadas humanitarias por medio de la página y fuera de ella.
EliminarSidi Ifni fue entregado a Maruecos en el año 1969, por lo que muchos españoles tuvieron que irse. El estado marroquí trata como ciudadanos de segunda a los ifneños (lo mismo pasó con el resto de los territorios saharianos, el conocido caso del Frente Polisario y su lucha por la independencia, te cuento esto porque se de tu pasión por la historia). Por esta situación y la falta de oportunidades, muchos de los jóvenes se arriesgan a la aventura de las "pateras" cruzando el mar hasta las canarias, las costas más cercanas.
A Rachid lo conocí personalmente en el año 2007, en uno de mis viajes a Marruecos, fue nuestro guía, y me contó su historia tan parecida a muchas otras.
La primera incursión que hizo le salió mal, una patrullera marroquí les salió al paso y como no tenían dinero para "comprarlos" los encerraron a todos en cárceles de Marruecos.
En una segunda incursión que hizo (la que cuento en e relato), lograron llegar a Fuerteventura, como era menor de edad ingresó junto con otro en una institución de menores, la Asociación de Amigos de Ifni ayudó a este chico en lo que pudo. Actualmente está trabajando, tiene familia y la Residencia Española...pero otros muchos no llegan, por eso denomino "Cementerio marino" emulando al poeta Paul Valery la franja de mar entre el Sahara y Canarias. Otros llegan y descubren otro infierno occidental, el de los sin papeles.
Perdona el rollo...Saludos afectuosos Jorge.
También soy consciente Jorge, que muchos de los que llegan, entre ellos los subsaharianos, no les queda otra que buscarse la vida...y muchos optan por la droga, delincuencia... y luego están los "otros" los que contratan ilegalmente a esta gente porque son manos de obra barata. Qué te voy a contar...!!!!!!!!!
EliminarComencé con el video, no sé porqué, nunca lo hago, siempre empiezo por el relato. Pero el video me introdujo sensaciones que me llevaron, que me remitieron al silencio, a las soledades que imaginé, de ese Poniente del Mundo Arabe, con sus colinas de arena, esos médanos que se extienden hasta el infinito.
ResponderEliminarY así comencé la lectura. ¡Cómo puedes conmover! ¡Qué virtud! Algo que no se aprende, Isabel. Y tú lo logras. Esta historia aglutina la emoción en estos personajes que sufren los arrebatos de la locura de otros hombres. Sidi Ifni, El Sahara, las tribus, el Ramadán de los musulmanes, el Dios de los cristianos, el nombre de la calle que ha sido cambiado (debe haber tanto dolor ahí), los sueños de Muley y los otros (tanto dolor también vemos en ellos), en su aventura peligrosa. La historia triste de los que nunca están invitados a ningún banquete, a los que la garra del hambre los acosa como condenados. Nos haces sentir en carne viva el desarraigo, los sentimientos de desgarro en los lazos familares, amistosos. ¡Qué pena, qué congoja despide tu relato! Y a pesar de eso hay belleza en el texto, porque lo sazonas de colores, con sabores, con sonidos, le das un contexto, un marco al que los occidentales, como yo, que no conocen ese reino, nos asomamos embelesados con los ojos muy abiertos, cruzando los dedos para que a estos valientes personajes no los sorprenda la tragedia, mientras vemos como amanece, mientras le das fin a tu relato.
Eres magnífica, Isabel, no dejes de contarnos tus historias.
Ariel
Gracias Ariel.
EliminarEs un mundo de contrastes, hay belleza, olores, sensaciones, magia, hay poesía y grandes poetas, hay palacios y hay leprosos, hay ricos muy ricos y pobres muy pobres, hay abuso y opresión, hay personas religiosas y respetables, y talibanes asesinos, y hay también esperanza.
Un relato tremendamente real pero que en ningún momento pierde su fondo poético.
ResponderEliminarCoincido con Ariel, sabés cómo emocionar y apoderarte del corazón del lector. Las descripciones del mercadillo son estupendas, tan naturales que uno se siente parte del lugar, con sus colores y aromas, a pesar de las moscas. Te hago una sugerencia: en ese p,arrafo de la carnicería, hay una oración muy larga que se torna algo confusa y que se puede solucionar con un punto después de Gala Ifneña.
Me gustó saber algo de la parte histórica de Sidi Ifni y la del propio Rachid. África siempre tan convulsionada y pobre y con tanta riqueza cultural y tradiciones antiguas...
El video también es precioso, Tara. Nos dejaste un hermoso post.
Besos.
Es un privilegio contar con tu mirada compañera.
EliminarAcabo de añadir el punto que me sugieres, y así, la frases respira mejor. Mil gracias Mirella. Muchos besos.
un placer hallarter leerte y disfrutar tus pensamientos
ResponderEliminarMuchas gracias Muchas.
EliminarMe ha gustado mucho que sitúes tu cuento en el momento de la partida sin contar lo que sucedió antes ni lo que sucederá después y, sin embargo, lo dejas entrever: la miseria, la falta de futuro, los jóvenes que se van, las esperanzas muchas veces frustradas... Es ese momento en el que todo está en el aire y todo es posible, hasta los sueños.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho que compartas con nosotros tus experiencias, que vienen a completar el cuento.
Un beso, querida
Me da cierto pudor contar cosas de mi vida, y también, al hacerlo, romper el clima del relato... pero no me pude resistir a explicar las connotaciones personales, ya sabes tú que casi la mitad de mi vida la he vivido en el Sahara y tengo el desierto "en vena".
EliminarMe alegra mucho que te haya gustado querida Ana. Un beso.
A todo lo apuntado por los compañeros que ya han comentado, lo que más me ha gustado es ese final "amanece, o parece que amanece" Es un cierre que encierra todo el drama de la situación planteada. Rachid deja atrás la miseria, pero también su pasado, su familia. Se encamina a un lugar desconocido, pero ilusionante, prometedor. Amanece, eso es lo que Rachid siente; "o parece que amanece", la triste realidad que anuncia el narrador y que más pronto que tarde descubrirá Rachid.
ResponderEliminarEn cuanto a la ambientación se nota en el texto que es algo que conoces de primera mano por la naturalidad y visualidad del mismo algo que es difícil conseguir solo con la documentación. Como siempre, un placer leerte. Un abrazo!!
Cuando como lector te detienes justo en las frases que el escritor (o aprendiz de escritora) ha puesto mayor intención, como es el caso de la frase final, no te puedes imaginar lo feliz que me siento.
EliminarGracias David. Un abrazo muy grande.
Hola Tara!! Me gustó mucho por como lo contaste. Los detalles son los justos como para hacerse una composición de lugar y meterse en el asunto. Son pocas cosas pero muy bien elegidas para sentir la realidad y lo mejor me parece a mí que no te vas por la veta trágica, sino que eso se lo dejás al que lee.
ResponderEliminarUn abrazo grande.
Hola Simón. La verdad que manejar la tragedia es muy delicado, tú te mueves muy bien en este sentido (por los relatos que te llevo leído), a veces rebajas el dolor y las dificultades normalizando las situaciones y no apretando el drama hasta estrujarlo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y hasta pronto.
Has personalizado en Rachid el drama de tantos inmigrantes que anhelan un futuro que nosotros les negamos. Con unas descripciones que despiertan todos nuestros sentidos y con un tono poético que no desdramatiza la triste historia de Rachid. El dolor de quien obligado por la miseria abandona su familia, sus recuerdos, su vida, con la ilusión de un futuro que no existe en la mayoría de los casos. Tienes mucho oficio y mucho talento, Isabel. Un abrazo
ResponderEliminarHola Jose. Lo de personalizar es una tónica general que suelo utilizar, ya lo hice en el relato que leíste anterior a este con María, la niña que iba en el tren bomba del 11 M, y es que creo que se conecta mejor y se tiene más empatía por un idividuo que por una masa.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras Jose, me alegra un montón que pases por mis cuentos.
Empiezo por el final, y es que ese final, que es un principio, por ser abierto, es uno de los puntos fuertes. Precisamente porque centra todo el relato, incluso lo que nuestra mente divaga después de la lectura, en la la vida en Sidi Ifni. El relato quiere que nos quedemos, más que con la historia de un futuro incierto, con la historia de una vida. Y ahí es donde entran en juego, técnica, talento y experiencia a partes iguales. Porque se nota. Hace falta algo más que una buena documentación para dar vida a un relato así. Todos los detalles respiran, no un empolle de Wikipedia, sino la fuerza de convicción que solo puede poner quien habla de lo que conoce. Un personaje cobra fuerza cuando todo el entorno le empuja. Es lo que hace en este caso. Estilo impecable y muy personal, es un gustazo leerte, te lo digo como lo siento. Creo que podría repetir los nombres de todos los que van en la barca. Y siendo nombres no habituales para mi, por ser musulmanes, ya lo dice todo. Porque cuando Rachid pregunta a su primo, todos hacemos la misma pregunta: No cuántos iban en la barca, sino quiénes.
ResponderEliminarMe voy pa lante, compañera
Besos
¡Pedazo de comentario Isidoro! Debo de ser muy vanidosa porque cada vez que recibo comentarios como el tuyo se me hincha el ego de una manera que ni te cuento jejje
EliminarPero es verdad algunos relatos me salen de manera visceral, especialmente los que están situados geográficamente en los lugares (y sus gentes) que formaron y conformaron parte de mi vida, y creo que eso se nota.
Gracias mi niño.
Interesantísimo tu relato, Tara, una forma humana de tratar una realidad que estremece y alimenta la injusticia aleatoria de las circunstancias. Me llama la atención el léxico tan rico que manejas con soltura y pertinencia con un gran valor didáctico.
ResponderEliminarTu realidad, tu niñez, tus experiencias son parecidas a las mías aunque la soledad de Ceuta, su condición de isla extraviada hace que se deba hacer importantes matizaciones que en los últimos años han adoptando tintes dramáticos para los españoles de cultura europea, una especie que acelera su camino hacia la extinción, seguimos siendo el componente humano más representativo de la ciudad, pero ese dios que no conoce la libertad se hace más grande cada día.
A modo de curiosidad te indico que un ceutí diría anafe y tallín o tayín (lo digo tal como se pronuncia) y sería, en este último caso, un nombre masculino.
Eres buena escribiendo y te desenvuelves muy bien en las distancias cortas, esas en las que se ganan o se pierden los combates, las que ponen a prueba nuestra capacidad de fajadores.
Un abrazo.
Hola, corregido el anafe y el tayín, gracias Francisco. Espero que el relato no parezca que esté haciendo apología barata, así que me alegra mucho que te parezca "buena" escribiendo ¡Qué bien!
EliminarHasta pronto.