Encaje verde en la mirada
Con la hiedra enredada en la sien desciende la destartalada escalera que baja a la playa, de sus ojos penden los verdes ensueños de su lejana infancia. Cuando intenta una frase se traban los recuerdos en la punta de su lengua, tropieza con los labios, burbujean un momento y luego se apagan de repente.
Se podía sentir, sin embargo, la magia en su mirada. Es una catarata, un torrente de agua, un velero en alta mar, una alondra, una niña jugando a la pata coja, cien globos elevándose en el cielo. A veces es consciente de que tan solo estaba alucinando, pero se vuelve a olvidar enseguida y remonta el vuelo.
La bruma desdibuja su perfil y el rumor del Atlántico apaga su quedo acento rizado de "lerenes", entona como una salmodia lo del cochecito lerén, me dijo anoche lerén, que si quería lerén, montar en coche lerén.
Paseamos despacio por la orilla, los tobillos de la anciana se alivian del peso de los años. Saluda a un caballero que hace el gesto de quitarse el sombrero y ella responde con una amable sonrisa, coquetea un poco, ahueca su precioso pelo y roza la orquídea que adorna su vestido violeta. Es Chano el pescador, y su carruaje tirado por caballos, su barca. Le compro un cartucho de sardinas que ella confunde con un racimo de fragantes rosas.
Me enfado con los chiquillos que nos siguen cuando uno de ellos imita a la vieja.
—¡Andrés, te vas a enterar cómo se lo diga a tu madre!
Después cedo mi turno a la enfermera de tarde que entra en la casa con un rebufo de vientos que barre los sueños dorados y mueve las hojas del libro abierto sobre la mesa, parece que una mariposa blanca abra un ala y luego la pliegue.Su saludo es tan profesional y aséptico que araña la casa; pluraliza el ¿cómo nos encontramos hoy?, y sin esperar respuesta coloca de nuevo enseguida las pequeñas cartulinas de colores que anuncian realidades: vaso tenedor plato. Repito otra serie de tres: mesa silla libro.
Doña Esperanza arranca la pegatina amarilla en el mando de la tele que pone “mando”, y cambia decidida los canales a velocidad vertiginosa: Un nuevo atentando en... la Dirección General de Tráfico alerta sobre las lluvias que provocaron anoche... el gobierno intervino doscientos millones de... lava más blanco... el Tribunal Supremo rechaz... a solo 19,54 Euros gastos de envío incluíd... la jornada de liga se...
Me despido con un ligero hasta mañana doña Esperanza.
—¿Entonces mañana me llevarás al parque mamá?
—Claro que sí —respondo.
Sonríe, y yo con ella. Tiembla un encaje verde en su mirada.
Ay, Isabel, cómo me ha emocionado esta extraña ave del paraíso y qué bien la has ambientado con esa música preciosa. Todavía tengo un nudo en la garganta. Pienso en todas las doñas Esperanzas que no tienen quién las lleve a dar su paseo y se encuentran a merced de frías enfermeras de la tarde. Tú sí que escribes bien. Qué grandes son tus pequeñas historias.
ResponderEliminarUn besazo
Yo también sentí cierta emoción cuando la escribí y me parece que se nota un poquito.
ResponderEliminarGracias Ana. Que tengas un estupendo domingo.
De nuevo un placer leer algo tan bien descrito y de calidad. Y de gran sensibilidad.
ResponderEliminarOtro.
Hola de nuevo Ernesto, ya he visto que también escribes ¡y cómo!, con tiempo y calma te diré compañero.
EliminarGracias Ernesto.
Ay, Isabel, me has hecho emocionarme. Hubo un tiempo que estuve trabajando en una residencia de ancianos, conocí a estas criaturas. No digo más. Tus letras es una danza en torno a ellas. Un abrazo
ResponderEliminar¡Ay Emerencia! Pues ya sabes de lo que hablo entonces. Lo he edulcurado un poco hablando de los aspectos sensitivos y poéticos, pero cuidar a un anciano y más aún con problemas de memoria tiene tela, sobre todo para la familia más cercana.
EliminarAbrazo grande.
¡Hola Tara!
ResponderEliminarEn esta ocasión has sabido manejar los hilos de las emociones y hablarnos como en un dulce susurro de esa penosa enfermedad del Alzheimer.
Tu corazón es quien ha tejido de seda este paisaje marítimo con la ayuda imprescindible de este precioso tema musical, para deleitarnos con la primorosa descripción tan poética y emocionante, de la belleza física e interna que envuelve a estas dos protagonistas, Doña Esperanza, quien hace honor a su nombre y su enfermera, o más bien su ángel de la guarda.
Un final completamente lírico y que nos lleva al título del relato
Un besote con mucho cariño.
P.D. Ya sabes que me gusta "quitar virutas" para "lustrar tu texto".
No queda bien definida la frase: "Me enfado con los chiquillos que nos siguen, imita uno a la vieja."
¿Qué te parece esta otra?: "Me enfado con los chiquillos que nos siguen, porque uno imita a la vieja."
Gracias Estrella. Mi abuela tenía alzheimer y la cuidamos entre todos a tiempo parcial aunque al final tuvimos que poner a alguien para que nos ayudara, pues no era fácil. Son como niños en su trayectoria final, hay que poner paciencia y sobre todo mucho cariño. Pero no solo es una crónica de una enfermedad, pretendía hacer poesía, o cierta poesía de una situación crítica.
EliminarMmmm... estoy pensando sobre tu corrección... ya veré si lo cambio. Gracias por tu ayuda compañera.
Un cariñoso beso Estrella, me gusta mucho que vengas a leerme y tus precisos y preciosos comentarios.
Al final corregí la frase señalada y la dejé así:"Me enfado con los chiquillos que nos siguen, cuando uno de ellos imita a la vieja."
EliminarGracias por tu ayuda Mirella
Las gracias te las doy a ti por apreciar mi atrevimiento en sugerirte dicha corrección. De todas formas siempre eres la autora y como tal tienes la última palabra.
EliminarOh qué bonito Isabel, desprende una sensibilidad que deja sin palabras. Cada una de tus letras perfectamente escogida para envolver creando una atmosfera especial, inspirando ternura y llevándonos por dónde has querido hasta ese final en que se hace patente esa terrible enfermedad, que se lo lleva todo.
ResponderEliminarLa música, no sé por qué (es problema mio) no la he podido escuchar.
Felicidades por este gran texto que emociona.
Besos
Pues que te emocione me alegra Conxita, de eso se trata ¿verdad?
EliminarGracias compañera, hasta pronto.
Un tema difícil que trataste con suma delicadeza, con una prosa poética muy bella y que emociona al lector. De lo que te leí me parece de lo mejor que escribiste, querida Isabel.
ResponderEliminarUn enorme abrazo, preciosa.
Pues muchas gracias por tu apreciación querida compañera Mirella. Un cariñoso abrazo.
Eliminar¡Hermoso texto! Sabes colocar la belleza en la historia de esta anciana para que su historia no sea una tragedia, un drama. Y esta prosa delicada que eliges para contar le da delicadeza al texto y a la historia. Acompaña la primera enfermera a doña Esperanza llevando al lector por ese encanto de las palabras que realza la lírica de la prosa. Luego ese tono desaparece, se rebaja a lo cotidiano con la otra, la que viene en su reemplazo, la que barre los sueños dorados. Y, nace, nuevamente con la despedida, porque, parece Isabel, que no quieres dejarnos tristes, sino mostrar sonrisas. Y esto se afirma, además, en el encaje verde que has puesto al final, como un adorno, de tu estupenda pieza literaria.
ResponderEliminarHace bien al alma leer este precioso relato.
Ariel
Lo que hace bien al alma son comentarios como el tuyo amigo Ariel, y la comprensión tan exacta del texto.
EliminarQue triste cuando perdemos la esencia de nosotros mismos, la memoria y la capacidad de recordar quien somos y quienes son los que nos rodean. Y sin embargo, en el fondo de esa mirada a la que tantas veces aludes en tu relato, siempre quedará un poco de lo que somos. El final muy emotivo, un broche de oro. Saludos Isabel.
ResponderEliminarMuy triste, a mi me parece la peor enfermedad de todas, perder la esencia de lo que somos y fuimos (la memoria de nuestra vida)
EliminarGracias Jorge, un abrazo y hasta pronto.
Que escrito tan poético y que sensibilidad llevan tus palabras. Gracias por estas lecturas .Un abrazo
ResponderEliminarComo siempre Betty, eres muy generosa. Un abrazo.
EliminarUn precioso relato teñido de tristeza, nostalgia, comprensión, amor y tantas cosas... Pero lo que más me ha gustado es ese toque casi poético que le has sabido dar, que convierte su lectura en un placer. Elogio, como otras tantas veces, tu despuradísimo estilo narrativo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchísimas gracias Jose Mª... mira, no se hacer poemas al estilo clásico, pero algo de poeta debo tener, aunque sea un poquito, sobre todo cuando me dejo llevar.
EliminarHola, Isabel. Un relato muy emotivo y poético, amiga. Amoroso y tratado con sensibilidad y elegancia frente a lo dramático de la situación.
ResponderEliminarUn abrazo grande!!
Simón, un abrazote, muchas gracias compañero.
EliminarHola, Isabel! Precioso relato en el que das rienda suelta a tu prosa más poética, un texto en el que las emociones, la belleza y sugerencia de las imágenes prima sobra la acción. El segundo párrafo es de un ejemplo del uso de metáforas y comparaciones. Un fuerte abrazo!!
ResponderEliminarHola David, se lo estaba comentando ahora mismo al compañero Jose Mª Panades, que de vez en cuando me sale algo de lirismo y prosa poética, aunque soy consciente de que no se si es muy adecuado tratar de manera poética un tema durísimo como es el alzheimer... pero al fin una es o intenta ser escritora, no solo mera contadora de una enfermedad.
EliminarUn abrazo de los fuertes David, hasta muy pronto.
Qué bello Tara. Aunque narras una trágica realidad tienes el don de hacerlo de una bella manera. Es una putada que hombres y mujeres queden convertidos en niños.
ResponderEliminarSiempre es un gusto enorme leerte.
Un gran abrazo.
Seguramente he edulcorado una dura enfermedad, pero he querido centrarme en los aspectos menos críticos.
EliminarUn abrazo gigante Gildardo.
Hola Tara,
ResponderEliminarTu relato conmueve y emociona. Lo he leído dos veces, uno sin la melodía para empaparme de tus letras y el otro... vaya se me ha erizado la piel.
Ojalá las personas que se encuentran en residencias o enfermas, tuvieran la suerte de contar con personas así a su alrededor y no solo una habitación fría y poca estima.
El cariño que valioso es, mucho.
Un beso enorme.
¿Dos veces?, eso es justo lo que hago yo cuando me gusta una historia, así que te doy las gracias de corazón Irene.
EliminarMuchos besos y mil gracias.
Doloroso pero muy dulce y muy tierno. Un relato precioso. Muy conmovedor.
ResponderEliminarMuchas gracias Marta, acabo de terminar de leer tu estupendo relato "Estrellas errantes", ya te diré Marta.
ResponderEliminarHola Isabel
ResponderEliminarAterrizo de nuevo por aquí después de varios meses. Meses de parón, tanto en escritura como en lectura. Pero aquí estoy de nuevo, espero que ya con más tiempo para volver a disfrutar, tanto de una cosa como de la otra. Y aterrizo en un texto hermoso, que también hace temblar mi sensibilidad. Me toca muy de cerca también, y quizás por eso veo, no solo la poesía que desprende sino, las manchas de color que, como en una pintura impresionista, componen la escena al ritmo de algunos esquivos recuerdos, tan cambiantes como la luz del día. Para nosotros, los que vivimos de nuestra memoria histórica (o mejor, memoria acumulativa, no se me molesten los historiadores), es muy difícil comprender a quien vive un nuevo amanecer cada día, cada hora, cada minuto, como un viajero involuntario del tiempo que, muy a su pesar, sufre la tortura de una mano perversa que disfruta haciéndole aparecer y desaparecer en infinitas realidades alternativas, incluso en el vacío más absoluto...
Jolín, perdona el tostón, Isabel, pero es que me he venido arriba. Es algo sobre lo que he pensado mucho, y esto no es más que una de tantas elucubraciones.
Me encanta volver a leerte. Un besazo. Nos vemos
¡Ay Isidoro! ¡Cómo echaba de menos tus personales comentarios!
ResponderEliminarOye, que sepas que no es un tostón, llámalo reflexión... y sí, lo defines bien cuando hablas de la mano perversa que asoma y hace desaparecer de un cruel manotazo los recuerdos.
Un abrazo apretado y a ver si nos regalas uno de tus magníficos cuentos.
Hola, Tara.
ResponderEliminarAntes de nada perdona por pasarme por el blog tan tarde, ¡es que estas semanas he estado hasta las cejas de trabajo! Sea como sea, me alegro de pasar por aquí para encontrarme con esta pequeña-gran maravilla.
Es curioso como la vejez puede convertirse en un viaje de vuelta a la infancia, a los lerenes, a la ilusión de que nos lleven al parque y que "un adulto" nos venga a visitar, como si una especie de círculo vital se completase en la antesala del final.
Precioso.
Un fuerte, fuerte abrazo.
No tienes que pedir disculpas Sofía, no te preocupes, lo entiendo, hay vida más allá del blog :)
EliminarLo importante es que me leas, aunque sea tarde, además me gustan mucho tus comentarios.
Un abrazo de los fuertes fuertes.
Me gustaría llegar como un rebufo de vientos y desplegar mis alas de mariposa, porque se me empañó el encaje verde de su mirada... no temas, Isabel, nunca temas tratar cualquier asunto por peliagudo que sea con semejante lirismo, porque en todo lo hay, y más en algo que te toca la fibra por haberlo vivido en primera persona, como quien dice. La niña que nos describes luce coqueta sus patas de gallo, de las que por suerte ni se acuerda, así que no malgastes el tiempo con determinadas correcciones, tú decides que eres la autora, y los demás te leemos con deleite, aunque yerres como humana que eres, y eso se siente en tus textos. Y se agradece.
ResponderEliminarMe acaba de emocionar lo que me dices Eva. Solo eso.
ResponderEliminarGracias Eva.
Una delicadeza exquisita, Tara. Muy emotivo. Llega hondo y duele con dulzura. Besos.
ResponderEliminarMuchas gracias Juan Antonio. Ya he visto que eres todo un poeta.
ResponderEliminarCreo que es mejor que se quede la mujer en su ensueño de verde esperanza, allí por lo menos saben a menos y no hieren tanto las acartonadas realidades. Ojalá también cambiasen las noticias con sus malos augurios al accionar el mando del televisor... Un precioso y emotivo texto, cuya tristeza has sabido endulzar y suavizar con destreza y desenvoltura.
ResponderEliminarYo creo que sufren más los que están a su lado, que la propia enferma, al menos en su faceta final. Quise edulcorar de literatura una situación dura, tú has sabido verlo Fritzy. Gracias guapísima.
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