Cuadro de una monja, de Diego Velázquez
DOMINIQUE NIQUE NIQUE...
Lo que peor llevaba del uniforme eran los horribles zapatos de
cuero; tenían dos pequeños botones esféricos difíciles de meter dentro de unos
ojales muy estrechos…, me recordaban a lo que las monjas contaban sobre un
camello y el ojo de una aguja. Cuando por fin conseguía abrocharlos, solía ser
tan tarde, que apenas daba tiempo a lavarme y peinarme antes de que la madre
Teresa revisara que SU grupo de internas estuviésemos im-po-lu-tas. Le gustaba
esa palabra. Mi cabeza repetía las dos últimas sílabas
cambiándole el sentido: pu-ta-pu-ta-reputa. Una pequeña revancha mental contra
la inquisitiva madre Teresa.
—Tú, García, ¿qué estás farfullando? —se dirigió a mi, nunca nos
llamaba por los nombres de pila.
—Estaba rezando, madre.
—Ahora rezarás en misa, ¡andando!
El padre siempre insistía: «rasca, rasca, hija mía, seguro que algún pecadillo más encontrarás». Ya confesa, respiré. Si la palmara en ese mismo instante, iría
directa al cielo sin parada intermedia.
Después de la misa matutina, salíamos de
la capilla entonando la canción del colegio:
Dominique, nique, nique
Vaaa
cantando amooor
Y lo
alegre de su canto
Solamente
habla de Dios
De la
paalaabra de Dioooos
A las ocho y media nos colocábamos en fila en el patio central.
Poco a poco iban entrando las externas; aunque
vestíamos el mismo uniforme gris, parecían
más alegres, diferentes a nosotras, como
si el mundo exterior fuera otro planeta.
En el colegio también vivían “las recogidas”. Se distinguían del resto
por usar mandil y pañuelo de color negro como si fueran viudas. Eran niñas de caridad. A cambio tenían que hacer tareas domésticas, como
servirnos la comida a nosotras, las de pago. Nos tenían prohibido confraternizar con ellas.
—Madre Teresa, ¿qué significa confa… confra… ternizar?
—Vosotras procurad no darles excesivas confianzas.
—Confraternizar viene de fraterno, y fraterno de hermano —se
chivó al oído mi listísima amiga Olga.
—Madre —levanté la mano — ,si todas somos hijas de Dios, ¿las
niñas de caridad son nuestras hermanas?
—¡García, no digas tonterías! —me reprendió la madre Teresa.
Las recogidas ocupaban asientos al final de las aulas y al fondo, en los oficios religiosos. A veces no asistían si había
tareas pendientes, o si se
celebraba algún acontecimiento, tenían que barrer y encerar
suelos, pulir las barandillas de
madera, frotar muebles y limpiar los cristales de toooodas las ventanas.
Sí, Olga Macías era mi mejor amiga, aunque las demás la
despreciaran por ser tan oscura. Me gustaba
escuchar sus historias del exótico lugar de donde venía.
—Algún día, los españoles se irán de Guinea. Mi tío dice que no
falta mucho.
Y si a tu tío lo hacen
Rey, seguro que toda tu familia vivirá en un palacio de marfil.
Será presidente, mucho
mejor que ser Rey, y se construirán escuelas por todos lados, desde Fernando Poo
a Río Muni, en la isla de Annobón, en la de Corisco, en las de Elobey Grande y hasta en la de Elobey Chico. Habrá Universidades en Malabo, Bata… y tendremos maestros, doctores,
ingenieros, astronautas…
Imaginé un lugar lleno de escuelas pegadas las unas a las otras.
No entendía tanto entusiasmo por los colegios. Yo estaba deseando que
llegara las vacaciones de verano para salir del internado.
—¿Todos en Guinea son como tú?
—¿Negros?, la mayoría. Yo
soy mulata fernandina. Los blancos no distinguen las
diferencias entre los Fang, de origen Bantú, y los bisios, y los nadowes… hasta hay
algunos pigmeos, que son muy pequeños, del tamaño de un niño.
—¿Y sois todos cristianos?
—Muchos sí que lo somos, depende.
Cuando al tío de Olga lo nombraron presidente de Guinea Ecuatorial, se convirtió en una niña
muy, pero que muy importante. A nadie
parecía importarle su color. Las monjas hicieron una merienda especial para
festejar el acontecimiento, no faltó de nada, todo por cortesía del primer presidente
de Guinea.
En el curso siguiente
cambió la cosa. El presidente ya no era tan amigo de España ni enviaba regalos al colegio. Las transferencias de Olga llegaba con retraso y
las monjas dejaron de tratarla con
cortesía. Cuando el dinero dejó de mandarse, la priora ordenó mudarla al cuarto de las niñas recogidas.
—Madre Teresa, déjeme irme con ella —le rogué entre lágrimas.
—¡García, a callar! Pronto
volverá con los suyos. Rezaremos
por ella y por todos los impíos ateos de su país.
Si hubiera podido, si existiera la magia, habría convertido a la monja en una cucaracha, la habría pisado con los zapatos de ojales tan estrechos que casi no entraban los botones; la aplastaría con toda la potencia de mi rabia. No pensaba confesarme por el odio que sentí por ella en ese momento. Recé para que ocurriera un milagro. Cualquier milagro.
La madre Teresa estornudó tres veces, y entonces vi
que un alargado moco
colgaba de su puntiaguda nariz balanceándose al mismo ritmo que su dedo mandón.
¡Vaya!, ¡tengo poderes! —pensé asombrada.
—¡Tú, García!, ¿de qué diantres te ríes?
No podía tomármela en serio con esa babosa verde saliendo de su
napia. Nunca más volvería a temerla. Esa era mi super arma secreta, saber que la
monja no era de acero inoxidable, sino de gelatina, tan enana por dentro como por fuera.
Cuando los familiares de Olga vinieron a recogerla, sin importarme el castigo, salí de la prietas filas marciales para darle un abrazo del que nos costó separarnos. De fondo sonaban las dulces voces de las alumnas entonando el himno del
internado:
Dominique,
nique, nique…
Isabel Caballero
900 palabras
Qué maravilla de relato, Isabel. Me ha encantado esa forma de mostrar la hipocresía y la mezquindad del mundo de los adultos a través de la inocencia de la niña. Estupenda la ambientación colonial y todo el tono de la historia. Has sabido mezclar muy bien la hondura de lo que se cuenta como tema de fondo con la ligereza que aporta la protagonista y la picardía del final. Un cuento genial. Me ha gustado muchísimo.
ResponderEliminarGracias Marta, me alegra mucho que te guste, lo he escrito desde el recuerdo y desde la experiencia de niña interna durante tres cursos. Mis padres vivían en el Sahara y consideraron que nos vendría bien, por nuestra educación, internarnos a mis hermanas y a mi en las Dominicas. No suelo escribir sobre mi vida, pero no es tan cuento este cuento, aunque me habría gustado tener poderes más radicales que el moco de la monja :)
EliminarHola Tocaya de nombre , tengo que decir que es un relato muy bueno lo he disfrutado
ResponderEliminarmucho , pero que gran verdad es en lo que a la pregunta que le hizo a las monjas de la pobres niñas "Recogidas" que a vista de la monja yo para mi que eran las sirvientas de las niñas ricas , mi madre una vez estuvo en un convento de esos y a los pocos meses se salió , y todo porque tenia una amiga que la iban a internar , ella quiso irse con ella , pero más de una monja de aquella era más mala que Torquemada , jajajaj y te diré que pu-ta-puta-reputa.
En mi pueblo es dos veces puta , es igual que pollo- repollo , jajajajaj
Como te prometí aquí estoy para leerte , te deseo una feliz tarde , besos de flor.
Hola Flor, ¿Isabel también?
EliminarCreo que es mejor ser puta-puta-reputa que reprimida. Aunque no generalizo, algunas de las monjas (más bien pocas), eran buena gente... a su manera.
Algo del relato es verdad, los dichosos botones de los zapatos que me traía por el camino de la amargura, y por no llevarlos abrochados me castigaban.
Jajajajaja lo bueno abunda en el mundo , en mi casa estamos repetidos
Eliminarpor dos , veces , dos Isabeles y dos Emilios , jajajaj en cuanto a lo de las monjas es verdad , no todas eran tan malas y tan santas , ya que en el convento donde iba mi madre , había una que era mala de verdad , me lo he pasado bien leyendo tu relato , besos y cuídate.
Lo tengo cierta tirria a las monjas por mi experiencia con ellas de chica, creo que contribuyeron a que fuera la atea acérrima que soy ahora jeje
EliminarBesos, Isabel, y muchas gracias.
Hola, Tara. He disfrutado mucho con este relato. Desde el punto de vista de la protagonista, has contado una historia vivida con un realismo y naturalidad asombrosos. Lo has enmarcado en un momento de la historia de un país que se libera pero lleno de problemas. Qué voy a contar que no sepas. Me ha gustado especialmente que ese poder que se le supone que debe tener el cuento, pueda ser o no fantástico. Un poco en esa línea es mi relato.
EliminarFelicidades.
Tenía mis dudas sobre que poder otorgarle a la niña, y aunque era tentador hacer que la monja literalmente "se cagara" de miedo, finalmente opté por ceñirme más a la realidad, y hacer que la chiquilla dejara de temer a la omnipotente madre Teresa haciéndola vulnerable mediante un moco como catalizador. La original Matilda fue más drástica.
EliminarComo siempre, deseando leerte y con curiosidad por saber que nos traerás en esta ocasión.
Gracias Isan.
Una maravilla de cuento, en tan corto espacio tocas un montón de temas, daría para horas de charla, los internados, el racismo, el colonialismo... y todo tan bien resuelto.
ResponderEliminarUn beso y felicidades.
Desde luego que son temas a debatir, Ángel.
EliminarNecesitaba varias voces: la ingenua niña narradora, la de la amiga Olga un poco más descriptiva en cuanto a los pormenores de Guinea, necesaria para contar el conflicto del racismo y colonialismo, como bien dices... y finalmente, la voz malvada de la monja como contrapunto.
Nuestro estimado compañero David, nos propuso al principio de los retos, 750 palabras como máximo para los relatos... finalmente se decidió las 900 palabras. Creo que son las justas cuando quieres desarrollar una historia y sus pormenores.
Espero que participes en "Matilda", compañero, y que disfrutes en Tintero.
Un beso, Ángel y muchas gracias por tus palabras, que animan un montón.
Me ha encantado, Isabel. Has sabido describir muy bien el ambiente del colegio de monjas con sus niñas de pago y sus niñas acogidas y las diferencias tan crueles que se establecían entre ambos grupos. La hipocresía de la religión (o de muchos religiosos) es algo tan patente que no merece más comentario.
ResponderEliminarTambién me gusta mucho como has descrito el ambiente de Guinea, los distintos grupos étnicos y el desconocimiento de ello por parte de los blancos para los que todos son iguales. Precioso.
Mucha suerte en el concurso. Yo ya estoy leyendo Matilda para hacer la reseña.
Un beso.
Gracias Rosa. Leí hace unos meses Matilda y ya tenía preparado el relato antes de la convocatoria. Me basé, ya lo dije, en parte en mi experiencia personal en el internado dominico, pero años más tarde de cuando sitúo la historia, de hecho ya no "acogían" a las niñas mal llamadas "de caridad", aunque las hubo en tiempos anteriores. La madre Teresa existió y no guardo buen recuerdo de ella, aunque he exagerado sus "virtudes". De lo que tengo un recuerdo imborrable es de los puñeteros zapatos de botones.
EliminarSobre Guinea Ecuatorial, cuando se independizó en el 68 con su primer presidente, Macías (quien conozca la historia de ese país, sabe que fue un dictador genocida, aunque con muy buenas intenciones iniciales, al menos aparentemente). Muchos funcionarios, militares y los propios senegaleses de nacimiento, fueron a parar a las colonias saharianas, entre ellas, al Aaiún, y también a Canarias por su relativa cercanía. Sí que conocí, posteriormente y por circunstancias de la vida, a parientes de Obiang, uno de sus hijos fue mi jefe en los 90. Así que conozco muchas historias de Guinea ecuatorial de primera mano (abusos por parte de las autoridades españolas hacia los guineanos, y de los que sufrieron la mano dura de la dictadura de Macías).
Gracias por desearme suerte, pero no concurso esta vez, aunque procuraré, como siempre, leeros y comentaros a todos.
Otro beso para ti, Rosa.
Una maravilla. He podido sentir lo que era estar en un colegio de monjas. Con el carácter de estas y la inocencia de los niños de antes. Buenísimo tu relato, Tara.
ResponderEliminarPues si lo has podido sentir, misión más que cumplida. No hay mejor piropo para quienes intentamos estas cosas del escribir, que comunicar ideas, sensaciones y sentimientos. Gracias RR. Un abrazo.
EliminarHola, Isabel. Yo fui externa en "Las Esclavas"desde los cinco a los dieciséis años. Las chicas de servicio de mi colegio eran llamadas "Hijas de la Casa". Tampoco hacían jornada completa en el aula, porque debían preparar el almuerzo y ayudar con la limpieza. Para más INRI no usaban zapatos y medias blancas sino las "championes" una marca de zapatillas azules de lona barata y medias maarrones de muselina. Ninguna hizo el secundario. Y no sé si eran malas las monjas; los papás pagaban "un buen colegio", disciplina y orden social. ¿Eran otros tiempos?
Eliminar¡Madre mía Beba! ¡Once años! Eso tiene que dejar huella.
EliminarSí que eran otros tiempos, ahora creo que en los colegios de monjas los profesores son laicos.
Un abrazo.
Qué buen relato! Me ha gustado mucho. Qué bien dejas en evidencia la hipocresía humana. Algunas personas sólo son religiosas, les falta ser espirituales y poner en práctica lo que tanto predican. Una historia muy bien contada y además se nota el trabajo de investigación sobre Guinea. Saludos!
ResponderEliminarLa hipocresía y la doble moral.
EliminarMuchas gracias Ana. Un cordial saludo, a ver que se te ocurre a ti para este reto, compañera.
Hola, Isabel.
ResponderEliminarCuando he visto de qué iba la edición actual, me esperaba otra cosa más inocente. Pero la primera en la frente.
Tus relatos siempre tienen el aliciente histórico rociado de la humanidad que hubo detrás y que se conoce más bien poco. Aquí nos traes una historia de colegio de monjas desde el punto de vista de las niñas que lo sufrieron. Yo he sido siempre de escuela pública y en lugares apartados donde la mano de dios venía de refilón, pero en tu relato he sentido el bofetón de lleno.
Es asombroso lo que consigues en tan pocas palabra. Empatizamos con la protagonista a la vez que nos pones en varios contextos, la del histórico y la del colegio y esa desigual lucha de la jerarquía social. Y además, juegas con el tema de la canción. Cantando es cómo mejor se interiorizan los conceptos. En este caso, el concepto de normas impuestas. Tal es así que el relato empieza y acaba con la reverberación del tema y estrofa de la misma.
Un trabajo notable del que se nota que disfrutaste y mucho. Lástima que se quede fuera de concurso aunque menos mal que lo compartiste de igual modo.
Un abrazo, Isabel!
¿Y te has fijado en la monja del cuadro? En vez de una cruz parece que esgrima un mazo.
EliminarEs verdad lo que dices, Pepe, de que con las canciones se interiorizan los conceptos, que bien lo has explicado. Bueno, en eso son unos expertos los publicistas.
Gracias por tu valoración del cuento.
Un cariñoso abrazo, Pepe.
¡Hola, Isabel! Cuando en un relato se muestran retazos de lo vivido por el autor, se nota y mucho. Es como cuando en una conversación contamos una anécdota vivida, lo hacemos con los cinco sentidos y con la expresividad y fuerza del recuerdo. Este magnífico relato que nos has regalado, y que sin duda es de exhibición en todos los sentidos, se nota al punto que al leer tus comentarios no me sorprendió.
ResponderEliminarSin duda, Dahl se sentiría muy identificado al pasar media infancia en esos internados que son como un planeta en nuestro planeta. Aunque en el fondo se reproduzcan los mismos pecados de la sociedad exterior.
La realidad como mejor se muestra es con los ojos de un niño. Muchas cosas de "adultos" que damos por sentadas, como las clases sociales o la hipocresía, al explicarlas a los niños es cuando muestran todo su absurdo. Como muestra tu relato que comparte con Matilda esa denuncia social como fondo de la historia.
Un relatazo!! Un fuerte abrazo!
¿Verdad que se nota?
ResponderEliminarMe gusta mucho de ti, David, cuando vienes a comentarnos. Das en el clavo siempre, eres un gran lector. Entiendo también que con los relatos del concurso quieras ser ecuánime (lo eres, y mucho) y no comentes salvo para agradecer la participación, así que lo bueno de no participar como concursante, es que me regales tu punto de vista de la historia.
Gracias David. Un abrazo de los gigantes.
Un relato muy completo, Isabel, o redondo podrían decir. El escenario social e histórica, me gusta mucho, está muy bien trenzada en la trama que protagoniza la niña, con su amiga y compañeras bajo la tutela de las disciplinadas y autoritarias monjas. La ambientación del internado es brillante, como bien aclaras tú misma, has disfrutado de información y experiencias de primera mano que sustentan todo el trabajo del relato de forma excepcional, dándole esa capa de realismo tan especial de principio a fin. Además sin dejar de denunciar más de una lacra de nuestra sociedad.
ResponderEliminarMe ha gustado el relato. Un abrazo.
Muchísimas gracias, Carles Leo.
EliminarOtro abrazo para ti y a ver que nos tienes preparado para esta ocasión. Espero tu relato con impaciencia, pues siempre eres original con tus historias.
Ay, Isabel. En estas vicisitudes toca dedicar el tiempo a otros menesteres alternativos. Gracias por tu generosidad y aprecio.
EliminarUn abrazo.
Magnífico relato, Tara. Muy rico en detalles que lo van haciendo más y más verídico. Yo también pasé por escuela de monjas desde el primer grado hasta el fin de la secundaria, porque aunque hice lo posible para que mis padres me cambiaran de escuela o la monjes me echaran, no conseguí ni uno ni otro.
ResponderEliminarA esta altura de la vida no puedo hablar de buenos ni malos, solo que siempre, siempre el que ejerce la autoridad y marca la disciplina, se aprovecha de los que solo tienen el silencio, alguna venganza tramposa y resentimientos que a veces duran de por vida. A la vez, el "poderoso" tenía que lograr mantener ese orden y esas formas para los que las niñas eran enviadas y sobre todo para los que los padres pagaban por el mantenimiento . Y eso..."quien paga tiene razón". Todo difícil y contradictorio. Escribes de verdad como los dioses, siempre es un placer leerte. Un abrazo
No sabía que los dioses escribieran 😉
EliminarEs verdad lo que dices, es una historia donde se refleja "el poderío" de los que pueden ejercer su autoridad sobre los que están bajo su tutela.
Así que tú también perteneciste al gremio en el que nos educaron (o ineducaron) en colegios de monjas.
Gracias Juana, un fuerte abrazo.
Se vislumbra en tu relato alguna experiencia personal vivida en tus años de juventud; osea de hace poco. ¿Colegio de monjas mandonas?
ResponderEliminarA veces desde la inocencia vemos las casualidades como un superpoder otorgado por los dioses, para compensar nuestra indefensión ante las injusticias de los adultos.
Un relato muy gráfico y realista.
Abrazos , compañera de letras.
Exacto, Francisco, esta historia me pasó anteayer 😉
Eliminar¡Ojalá hubiera tenido un superpoder como el de Matilde! ¿Se iba a enterar la monja Teresa de lo que vale un peine o dos!
Gracias, Francisco, un fuerte abrazo.
Me ha dejado alucinada tu conocimiento Guineano. Se puede decir que tu protagonista vio la cara real de la monja malvada. Qué terribles pueden llegar a ser con sus estúpidas reglas. Por lo menos has podido desquitarte desde aquí. ¡Buen micro!
ResponderEliminarUn abrazo
Noooo... que vaaa!!! Solo tengo una ligera idea sobre Guinea y sus asuntos, por fortuna, con internet, si se sabe buscar bien, el conocimiento, aunque sea superficial, está a nuestro alcance.
EliminarGracias MJ otro abrazo para ti.
Hay quien dice que escribir es hacer ver que sabemos mucho de un tema aunque en realidad no sea así. Desde luego a ti en este caso te ha salido a las mil maravillas. Das el pego totalmente.
EliminarHola Tara, un placer leerte. Me ha parecido una gran historia. Muy bien ambientada y el final con ese regusto triste de la despedida pero que le ha quedado genial al relato. Un saludo y enhorabuena.
ResponderEliminarHola Pedro. Muchas gracias por tu apreciación del relato. Anímate a escribir algo para "Matilda".
ResponderEliminarUn cordial saludo, compañero.
Una historía bellísima relatada de forma magistral. Pero si la forma es intachable, el fondo es de una gran profundidad, lo mejor que he leído en mucho tiempo. Recuerdos de otra época y lugar (sea Guinea, sea España), una época en la que muchos colegiales habríamos deseado tener poderes para hacer desaparecer a más de un cura (en mi caso) y de un maestro.
ResponderEliminarGenial.
Un abrazo.
Si es que ya sabía yo que los que no somos tan "niños" (entre los que me encuentro), de esta página, recordarían aquellos tiempos de curas, monjas y maestros con licencia para dar capón a un niño si se terciaba. Eran otros tiempos, ahora casi que ocurre al revés, violencia hacia los profesores por parte de algún alumnado, ¡qué cosa!
EliminarNo sabes como me alegra que te haya gustado el cuento, Josep. Muchísimas gracias, te doy un fuerte abrazo, compañero.
Como siempre, un relato redondo, Isabel. Da gusto leerte. Y precisamente leyendo tu historia, yo también regresé a mi anteayer; vestida de gris y aprendiendo que, "el tanto tienes, tanto vales", es una realidad intemporal.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Ayyy aquellos tiempos grises uniformados!
EliminarGracias Carmen, a ver que se te ocurre a ti, compañera.
Un abrazo.
Ha sido un placer la lectura del relato. Como si de un bombón exquisito se tratara, no es necesario analizar los tipos y el orden de los ingredientes que lo componen. Eso sí, el matiz que has conseguido mostrando el "gran poder" de la protagonista es como la explosión de sabor inesperada. Gracias querida colega, por ofrecer este trabajo.
ResponderEliminarPues si usted me da el visto bueno, don Javier, me quedo más que satisfecha 😊
EliminarUn relato que atrapa desde la primera línea. Punto a favor. Por otro lado una crítica acerva a ciertos personajes de las instituciones religiosas. No dudo que sean válidas pero me parece que las generalizaciones no son buenas.
ResponderEliminarVolviendo al texto ¿Por qué tan largo? ¿Tenían que ser 900 palabras a juro? Lo digo porque es posible que dijeras lo mismo hasta con 800 o 700 palabras.
Un saludo desde Brasil.
Hola Alí. Muchas gracias por tu apreciación del relato.
EliminarTienes razón, las generalidades no son buenas.
Te contesto a tu pregunta relativa a la extensión de la historia. Como máximo tienen 900 palabras. Es un reto personal que me propongo para clavarlas. Por supuesto que se puede contar lo mismo con menos palabras, pero, bajo mi humilde criterio, se perderían algunos matices que he intentado. Si te interesa, en Tintero de Oro también hay propuestas de micros de un máximo de 300 palabras.
Un cordial saludo desde Canarias.
Es algo que te paso que lo viviste
ResponderEliminarsiempre los mejores escritos son esos los que vienen de momentos inmortales
del yo de adentro
Muchas gracias, Mucha. Un saludo.
EliminarHola, Isabel. Un relato magnífico, dulce, tierno, realista, a la vez. Un precioso retrato de las cosas que pasan a veces en algunas escuelas y lo que pasa en la sociedad.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola, Mirna. Claro que pasa o pasaba, hoy en día, en los colegios hay más control en estos aspectos.
EliminarGracias Mirna.
Por Dios Santo, ese colegio de Monjas parecia un Infierno!!
ResponderEliminarJe je, vaya que las Monjas, en especial si son superioras son tan o mas "espinas" que un Cardenal.
Y vaya que "educaron " a miles de personas durante varias generaciones, con esa rigidez y autoridad que emana.... de ninguna parte!!
Vaya que nos regalas un relato salido de lo mas profundo de la observacion del mundo.
Menos mal me escape y me toco un colegio laico...sino los curas me hubieran vuelto loco
Mi hijo también estudió en colegios laicos, es uno de los aspectos de su educación que tenía claro.
EliminarGracias Jose.
Ya vi que escribiste, "fat boy", desde que tenga un rato te leo.
Precioso el cuento y muy bien narrado como nos acostumbras a leer tus escritos. El recuerdo de los colegios de monjas con mucha disciplina. Un abrazo.
ResponderEliminarEn mi caso un mal recuerdo, aunque no ocurrió exactamente como lo cuento. Mitad real, mitad ficción.
EliminarUn abrazo Mamen, anímate a escribirnos algo ¿vale?
Un relato que te hace pensar en la crueldad del ser humano. Se sienten piadosas por dar cobijo a niñas sin posibilidades, pero las tratan como criadas y las discriminan cruelmente delante de las otras. ¡Qué hipocresía! Muy bien descrita historia. No hay mayor poder que sentirse fuerte, confiando en una misma.
ResponderEliminarSaludos
Exacto José. Gracias.
EliminarAcabo de venir de comentar tu cuento no tan cuento, si con algo no puedo es con los abusones.
Saludos, compañero.
Hola Tara. Que bello relato nos has traído. Lástima que no concurse en esta convocatoria pues alcanzaría una muy buena posición. Has retratado a la perfección una época oscura de nuestro país, con esa diferenciación de clases que aún hoy muchos quieren presente en la sociedad. ¿Nos libraremos alguna vez de tamaña injusticia?
ResponderEliminarUn abrazo enorme.
Muchísimas gracias, Bruno. Un fuerte abrazo, compañero.
EliminarUn cuento muy bien narrado Isabel, esos colegios de monjas escondían en algunos casos no precisamente almas buenas como es este que nos cuentas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Puri
Se me había pasado tu comentario, discúlpame Puri.
EliminarGracias compañera. Un abrazo.
Saludos Isabel
ResponderEliminarRompes el curso del tiempo para para construir una narrativa desde la voluptuosidad de la adolescencia, Creas un microuniverso al otro lado del horizonte donde la falsedad de lo cotidiano deja paso a lo auténtico. Es como el vibrar una cuerda secreta en donde la cresta muestra un mundo desvinculado de la realidad, en que la otra vida se ve solo pasar por las ventanas, y en la sima describe que no hay diferencia entre ambos mundos, dígase el mercantilismo, las clases sociales y los prejuicios. Un equilibrio armónico.
Disculpa el atrevimiento. Hay algunos tropiezos, te señalo dos: “como servirnos la comida a nosotras, …”, no es necesario la redundancia, podría ser: como servirnos la comida a nosotras, las de pago… “al fondo de los oficios religiosos…” los oficios religiosos es un lugar o un acto, creo que es un acto, por lo que debe ser al fondo en los oficios religiosos.
Sueles ser muy sutil, sugieres. Me extrañó ver que fueras tan directa en señalar algunos tópicos.
Te recomiendo la novela Los hermosos años del castigo de Fleur Jaeggy, está ubicado en un convento de Suiza, narrado en primera persona y aparece una interna negra que es la mejor amiga de la protagonista. La novela es extraordinaria.
Un abrazo.
Hola de nuevo, Alfredo. Muchas gracias por tu apreciación del relato, un comentario estupendo.
EliminarPor supuesto, corregiré lo que me indicas con buen criterio, tienes toda la razón, te agradezco las indicaciones.
Sobre los tópicos, supongo que te referirás a (niña-colegio), y si no ya me dirás... tuve claro desde que leí Matilda que quería escribir sobre ello. Desde luego, Dominique es todo un topicazo comparado con lo original de tu "Perseverancia del pasado", que acabo de comentarte. Un excelente trabajo.
Tomo nota también de novela y autora que me recomiendas.
Lo cierto es que, con comentarios como el tuyo, nos enriquecemos todos en Tintero.
Un fuerte abrazo, Alfredo.
Ya he pedido "los hermanos años del castigo", ya te diré, Alfredo, cuando me llegue y la lea. Ando ahora inmersa y disfrutando de la lectura de un libro recomendado en una reseña por la compañera Rosa Berros, "Como polvo en el viento", de Leonardo Padura.
ResponderEliminarHe querido decir "Los hermosos años" ;)
EliminarHola, Tara. Creo que tu relato ha sido el primero, pero al ser invitada por tu tintero, lo he dejado para el final por lo de las votaciones; ya sabes eso de que los últimos serán los primeros y viceversa 😁
ResponderEliminarEl caso es que tu cuento me ha parecido enmarcado en una triste realidad de discriminación justamente dentro de la Iglesia. Lastima que el poder de tu protagonista no fuera arrear sopapos sin que la monja se enterara. Agridulce historia donde la Amistad es el verdadero poder de tu protagonista 🥂👍🏼
Saludos
No te preocupes, JM, comprendo que el tiempo apretaba para poder comentar tooodos los relatos propuestos, más de una vez me he visto corriendo con la lengua fuera y con el llego tarde, como el conejo de Alicia el del país maravilloso.
EliminarMe alegra te haya gustado Dominique.
Saludos y buen verano, compañero.
Hola, Isabel:
ResponderEliminarCursé lo que ahora se llama preescolar con las monjas... A partir de la la pecadora edad de 6 años solo admitían niñas. Recuerdo una sor Teresa, absoluta germanófila, que nos atemorizaba con historias de masones y rojos. Con cuentos de niños que podían morir en pecado mortal... Terrible. Había unos seres fantasmales y grises (casi invisibles) que vivían en el último piso internas y hacían de criadas. Me ha traído esos recuerdos tu cuento. Como siempre perfectamente escritas las sensaciones y entornos. Felicidades.
Nos leemos.
Supongo que hay monjas y monjas, pero si se unen la Teresa de mi cuento no tan cuento, y la sor Teresa de tu infancia sumadas a la educación que recibíamos avalada por el Régimen dictatorial...¡uf!
EliminarGracias Jorge, que tengas un estupendo verano.
Un abrazo y hasta septiembre.
Qué placer leer un relato como este, Isabel. No solo tratas las vicisitudes de la protagonista en su día a día en un internado de monjas de nuestra infancia, porque me he visto en esa época ya fuera en Guinea o en España. El situarlo en Guinea enriquece muchísimo el relato con esa rama histórica, las diferentes culturas, las diferencias raciales.
ResponderEliminarEl ojo de esa niña parece el de una cámara que nos va adentrando en todos los rincones de la historia. Esa doble moral de unas monjas católicas, la hipocresía, el estar del lado del dinero, las humillaciones...
Esos zapatitos tan difíciles de atar los he visto como una metáfora de su vida. No, a ella no le van a poder atar en corto, aunque tenga que tragarse sus palabras. Es una entrañable superheroína, con las ideas claras y la amistad por encima de cualquier barrera.
Me ha encantado como has resuelto el final con esa monja.¡Ja, ja, ja! Si la he visto con el moco verde colgando. ¡Buah!
Más que un relato parece el guión de una película o novela. Da mucho juego.
Estoy en el campo con el móvil y poca cobertura. Espero que te llegue.
Un fuerte abrazo.
Me ha gustado mucho tu comentario, María Pilar, no solo por la generosidad que has tenido, sino especialmente por la empatía con la niña y con la situación.
EliminarDisfruta del campo, compañera.
Un cariñoso abrazo.
Hola, Isabel. Como siempre, es una gozada leerte. Tu vivencia personal en un internado sirve para construir este bello relato: una crítica a aquellos colegios de monjas y curas, a la hipocresía de la Iglesia, siempre tan desfasada y del lado del dinero. Muy conseguidas la voz de las niñas, amigas por encima de todo, incluso de ese falso e injusto Dios al que adoran las dominicas. Adornado con exóticos y sonoros nombres guineanos y con pequeños gestos cotidianos, como atarse los zapatos, convertidos en bellas metáforas. Yo también estudié en un colegio de curas, los salesianos, y a una gran parte de los que estudiamos nos quitaron la fe con sus hostias no consagradas. Un magnífico relato. Un abrazo muy fuerte y ¡Feliz verano!.
ResponderEliminarGracias Jose. Por algo será que una inmensa mayoría de los que hemos estudiado en colegios religiosos tengamos esa mala o regular experiencia.
EliminarY a ti, de nuevo felicitarte, maestro, por tu más que merecido tintero de Oro.
Feliz verano, Jose.
Hola Isabel, había leído tu relato cuando lo subió David y crei que habia comentado, al parecer no fue asi.
ResponderEliminarCaray pensé que esas cosas no pasaban en la realidad, al menos aquí no eran así de abusivas, y no habían recogidas, solo internas, semi internas y las que solo íbamos a clases, eso sí, la disciplina si era regia. Tanto así que me gané una beca al pasar al sexto grado, pero como íbamos a mudarnos muy lejos, tenía que quedarme semi interna, o sea, comer en el colegio, y preferí cambiarme de colegio y perder la beca a que me obligaran a comer las cosas que no me gustaban, por suerte mis padres me apoyaron, era tan delgada que les daba pena que me fuera a morir de hambre por no comer, ja, ja.
Tu relato es encantador, lleno de historia y detalles que supongo son vivos recuerdos, la naturalidad con que lo narras es hermosa y el final te genial. Me hiciste recordar la película "La Princesita", basada en el libro "A Little Princess", donde en un internado una niña rica se hace amiga de una niña negra que la tienen como servidumbre, la historia es muy bonita y dramática por cierto, pero con final feliz, la vi hace muchos años cuando mis hijos eran pequeños.
Te deseo un feliz y gratificante verano.
Hola de nuevo, Harolina. Muchas gracias, compañera.
EliminarEl relato es mitad ficción, mitad recuerdos del internado. Las vivencias cada persona las cuenta a su manera, mi hermana, por ejemplo, guarda un buen recuerdo del internado.
Que tengas un estupendo verano, Harolina, nos "vemos" el curso que viene, a ver que nos tiene preparado el amigo David.
Un cariñoso abrazo.
Hola Isabel. Llego tarde pero ya estoy aquí, después de leer y votar los relatos del Tintero. No es el primer relato que te leo donde denuncias la manipulación que muchas veces se hace de la infancia desde estas instituciones religiosas. En este caso la hipocresía de las monjas queda al descubierto y, como no, el afán de dinero siempre presente al valorar a las personas, todo retratado con los ojos curiosos y vivos de una niña. Buen relato, como siempre. Un abrazo!
ResponderEliminarEs cierto que es un tema recurrente del que intento sacar el mayor partido.
EliminarBueno, estimado Jorge, nos "vemos" en septiembre si todo va bien, aunque no tengo ni la menor idea de cual es el próximo reto para concurso. Me gustaría que David hiciera un pequeño adelanto para leer o repasar con tiempo el libro, en el caso de que siga con la buena costumbre de recordarnos o presentarnos autores y obras.
Un fuerte abrazo, Jorge, que tengas unas estupendas vacaciones.
MARAVILLOSA ENTRADA ME HE QUEDADO SIN PODER DECIR NADA
ResponderEliminarGracias Mucha, o muchas gracias.
EliminarHola Isabel. He recalado en tu blog por casualidad. He leido tu relato y me ha encantado, así que, con tu permiso, me quedo siguiéndote.
ResponderEliminarUn saludo,
Pedro
Pues bienvenido seas. He echado un ojo y hasta dos a tus fogones, y me ha entrao mucha, pero mucho apetito. Nivelazo culinario. ¡Enhorabuena, Pedro!
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