jueves, 8 de febrero de 2024

CORAZÓN PARTIDO

 

                                                               



                                                                      CORAZÓN PARTIDO



No era costumbre que las mayoría de las mujeres embarazadas del medio rural, antes del alumbramiento    acudieran al hospital de Ratlam, Centro India. Para  Kan y Sohait fue toda  una sorpresa cuando ella dio a luz a una criatura con dos cabezas, dos corazones, y solo dos brazos y dos piernas. Al parecer, no compartían ningún otro órgano vital. Esta anomalía de los gemelos siameses unidos por un torso era conocida   en el ámbito médico como  parapagus dicefálico, que  en la mayor parte de los casos  terminaba en mortinato. Tras el milagro de haber nacido vivos, y a  pesar del alto riesgo, el equipo médico aconsejó  la opción de sacrificar al más débil  de ambos. El matrimonio se negó. ¿Quiénes eran ellos, pobres mortales, para oponerse al designio de los dioses?

   Los afligidos padres volvieron a su aldea, donde “la criatura”, como todos la llamaban,  fue todo un acontecimiento. Como no hay mal que por bien no venga, cobraban la voluntad a los curiosos de la aldea y alrededores que quisieran contemplar el macabro espectáculo de la deformidad. Incluso acudían desde lejanos lugares.

   Una de las cabezas era mayor que la otra, ojos casi ciegos cubiertos por una nube gris, dos enormes agujeros por fosas nasales y una boca de labio leporino tan  voraz que vaciaba, en menos que canta un gallo, la teta de su madre  dando cabezazos a la pequeña cabeza de su hermano desplazándola para vaciar la otra mama.

   El pequeño  jibarizado, en contraste con el mayor,   tenía un bello rostro, ojos negros y almendrados, equilibrado y armonioso todos sus diminutos  rasgos.  A medida que pasaban los meses, el pequeño iba disminuyendo cada vez más, ni siquiera luchaba por la leche de su madre. Incluso se apartaba para que el gigante devorara su ración. Con los años la cabecita solo era una pequeña miniatura hermosa y sonriente, amable con sus padres, vecinos y visitantes.  Ni una sola queja salía de sus bien formados labios, ni una lágrima de sus ojos almendrados. A medida que se desvanecía, algo de su belleza y bondad parecía contagiarse al hermano.  Se disolvió   la nube gris que le velaban los ojos,  compartía la comida con su ya casi inexistente hermano, se volvió generoso demasiado tarde. ¡Ósmosis o milagro!, ¡quién sabe!

    Con los años, cuando la cabecita del gemelo menor desapareció, quedando solo el vestigio de una verruga en el cuello del hermano  sobreviviente, este lloró arrepentido por su inicial egoísmo.

   Una sola cabeza con dos corazones de  sentimientos encontrados,  con dudas, desconcierto,  incertidumbres, aciertos, errores, amores y odios, cometiendo actos valerosos y atropellos. Era feliz a ratos, y desgraciado en ocasiones.

   El gigante no era un David ni un Goliath. Tenía el corazón dividido.  El resto de su vida  navegó entre  el  desasosiego y la esperanza, como cualquiera de nosotros, frágiles  seres humanos imperfectos.

 

sábado, 7 de octubre de 2023

El horizonte del agua

 









Ya rebosan las presas, ya corre el agua por los barrancos. Los más jóvenes pregonan el recorrido líquido y la buena nueva se propaga de boca en boca. Serpentea el agua por los cerros. Suben los impacientes al monte en mulas, a caballo, unos cuántos en camionetas, la mayoría, a pie. Cuentan que llega brava, arrastra el puente de palos ahogando alguna cabra y al burro ciego que mueve el molino de gofio, el pobre no vio venir la barranquera.

La gente a una se asoma al valle, desde el treinta y seis que no llovía.

En el Ayuntamiento se reúnen de madrugada los de siempre. El pueblo espera en la calle hasta que por fin se ordena que abran los silos, se reparte el grano, acaba la restricción del "por si acaso".

Mi madre dice que si don Antonio ronda cerca me meta enseguida en la casa. Ahora no sé si habla del asno ahogado o de otros asuntos, que no la entiendo. Farfulla sobre el crujir de la vida, solo afecta a los de siempre, egoístas negadores del pan del pobre, siempre gira en el mismo sentido la noria, acontecida perenne.

—¿Qué dice usted, madre…?

—Nada, hija, cosas mías.

Resopla el agua, bufa, entra por fin en el valle ¡Bendita sea! ¡Ya llega! Anega orillas.

La banda municipal estrena pasodoble a ritmo de voladores y papagüevos. Don Felipe el boticario, como es peninsular, los llama gigantes y cabezudos, que raro suena de esa manera; aquí, en la isla,  le ponemos el nombre que nos da la gana. El cura dice que llovió gracias a sus novenas y rogativas, y el republicano Manuel, abarloado de izquierdas y carne de preso le dedica una rima en décimas, de primer verso “mecagoendios”.

Ya es de noche y aún llueve, pero al pueblo no le importa mojarse. El ron y el agua se hermanan por una vez. Envuelve el aire un sahumerio de calamares secos, no hay nadie como un costero preparando salazón y jareas.

Los ingleses del valle también acuden a la plaza, ahí está el hijo del que trajo la maquinaria de cavar pozos y el inventor de los ladrillos huecos y del Mister rico de la casa grande todos saben que se trae las libras esterlinas dentro de las ruedas de los camiones con el beneplácito de la autoridad, la autoridad es que es muy generosa si quiere serlo.

La concejala de festejos y barullos sube taconeando la tarima y dice…

—¿Qué dice,  padre, que no la entiendo…?

—Ná, m´hija, lo de todos los años.

Miro a un niño que parece un sol vestido de canario, más guapo no puede ser, pantalón y chaleco negro, el fajín encarnado, seguro que lo termina perdiendo.  Se baja de un salto de la carreta y le da una palmada al lomo del buey que lleva la ofrenda a la virgen. Apenas siente el gigante las manos del chiquillo que le palmotea diciéndole ¡muy bien, muy bien! como si fuera su perro. No se altera el sereno animal,  rumia pensamientos ajeno  al jaleo de la fiesta. Envidio su serena actitud, nada consigue sobresaltar su manso ensueño. Miro al buey y me veo reflejada en sus pupilas.

Miro al borracho del pueblo, se han cogido cariño la melopea y él, llevan juntos desde la amanecida.

Miro al músico soplador de micrófonos… probando, probando, un, dos,  un dos, y miro a la pareja que  baila siempre pegadito aunque toque suelta; se quieren mucho.

Así, por las buenas, porque lo dice él y punto,  el patrón baila conmigo  sin poner el pañuelo de la cortesía entre su mano y la mía porque no soy una señorita, solo la hija de uno de sus aparceros, ni se acuerda de su nombre.

—Esta noche te vienes conmigo niña, que hay trabajo para ti en mi casa.

—Es que mi madre me necesita, don Antonio…

No me atrevo a respirar, me duele el pecho. La voz se me quiebra. Mis viejos están sentados  en el banco de piedra de la plaza agarraditos de las manos, no se atreven a oponerse al mandado del amo.  La mantilla blanca de las fiestas sombrea la cara de mi madre. Mi padre agacha el gesto, tan doblado como cuando siembra las papas del dueño.

Por la mañana, el amo mete  en el bolsillo de mi delantal unos dineros para que mi madre me compre agua de rosas y ropa decente, no quiere que vaya a su cama con los interiores hechos de sacos de azúcar.

Remonto el camino de mi casa, antes me lavo en el agua casi helada de la poza refractada de palmeras y restriego la mala noche de mis muslos. No siento el frío. La puerta de María se cierra a mi paso y el marido de Antoñita me mira de otra manera, cuelga una colilla de sus flácidos labios.

Veo los pinos, los almendros en flor, la vereda aromada de brezos que bordea el camino de subida a mi casa. Bajo la reciente lluvia brillan los papayos, mangos y aguacateros, parecen joyas.




                                                                  


martes, 5 de septiembre de 2023

EL NEGRO

 

 





                                                                             EL NEGRO

Lo trajo el mar desnudo a la puerta de mi casa costera. Le di agua, comida y cobijo. Chapurreaba  nuestro idioma y me contó que fue el único superviviente del viaje maldito. La franja que separa Canarias de África es un cementerio marino. Tenía un cuerpo perfecto tallado en ébano. No pude evitar, ni quise, echarle un vistazo a su miembro viril donde grabado en rojo destacaban las letras PDMDESEO, quiero recordar. Pensé que era un tatuaje tribal.

—Soy escritora..., o eso intento —le conté señalando los folios en blanco.

—Yo soy… era, contador de cuentos en mi aldea.

Desde entonces, viajamos de la cama al escritorio, donde crecen las historias;  y del escritorio a la cama, donde crece la pasión.PÍDEME UN DESEO… Y LO VERÁS POR ESCRITO grabado en rojo y negro stendhaliano sobre  la sublime  erección de su pluma de oro.

Los efectos secundarios de la letra pequeña son evidentes.


domingo, 7 de mayo de 2023

Cosas que pasan

 


                       Susto-sobresalto-angustia-alivio-vergüenza-desconcierto-asombro-sorna-resignación




En la última rotonda antes de la parada final, un coche como el de mi madre se ha estampado contra ella. Una mujer  está tendida en la acera rodeada de personas.

—¡Mamá, mamá! — grito angustiada desde la guagua.

Todo los pasajeros a una exclamaron: ¡Pare guaguero!

—¡Qué Dios te ampare! —dijo alguien.

Corro con el corazón a mil hacia mi pobre madre atendida por un socorrista. Me mareo. Arenas movedizas.

¡Anda!... si no es mi madre, aunque se parece.  Siento alivio y también remordimientos por la accidentada. Intento explicar   el equívoco, pero me da vergüenza.


—Es que creí que…

—Tranquila, no te preocupes.

Se escucha la sirena de la ambulancia, la guardia civil y el tercio de caballería. Me incorporo   mareada aún intentando  escapar sin que nadie se entere. Desde que la metan en la ambulancia, me piro, pensé. Suben a la mujer en una camilla y yo con ella pues no me suelta la mano. Cierran la puerta  y arrancan.

—Esta mujer no es mi madre —le digo al socorrista. Le cuento todo, abre muchos los ojos.

—Me quiero bajar

—Ahora no podemos parar.

La  señora tiene un bulto en la frente y ojos desconcertados. No me suelta la mano.

—¡Pobrecita! ¿Y su familia ya lo sabe?

—Creíamos que su familia eras tú —replicaron con cierta sorna.

El socorrista le pregunta el nombre. No contesta, solo me mira a mí.

—¿Cómo se llama? —le pregunto.

—Soy mamá.

—¡Vaya por Dios! —suspiro resignada acariciando la mano de mi madre postiza.

 


                                                                                                                             250 palabras

jueves, 6 de abril de 2023

Carta de Sancho a Teresa

                                 



 


 





Teresa mía, has de saber que mujer de un rey ya eres, este mesmo que te escribe, aunque sea mi señor Quijote quien empuñe la pluma pues de letras ando escaso como bien sabes.Te envío un paño verde de varias varas para que le sirva de saya a nuestra hija,  que será princesa,  y a ti, esposa, uno de púrpura  pues ya eres señora reina  de la ínsula de San Borondón, la misma de  la que contaban  los navegantes que la habían avistado aunque las autoridades eclesiásticas y las otras dictaminaran que  no existía, que eran quimeras de molleras huecas e vacías  como la que le han achacado a mi señor don Quijote, y que llamaban:

La aprositus

La inaccesible

La velada

La encubierta

La non trubada

     Y otros muchos motes más que me dicta mi dueño, ya ves que de ilusorio nada,  puesto que soy rey, mucho mejor  que la merced de gobernador como prometióme mi señor Quijote cuando accedí a ser su escudero y nos fuimos por esos mundos de Dios a enmendar entuertos y a pasar fatigas.

     Ordenaré  construir un castillo con torretas, almenas  y cañones para guardalla  de piratas, corsarios e invasores  y un ejército he de tener para defendella, pues ya endescubierta sus virtudes será ambicionada por muchos, pues son sus aguas pletóricas de peces,  por sus montes saltan cabras tan gordas como terneras, son sus bosques frondosos y sus árboles repletos de frutos, ni tres de mis vasallos juntos abarcarían sus perímetros perfumados.

     Desto no le digas a naide,  Teresa.  Ya daré aviso de cuando has de venir y todo esté dispuesto como corresponde a mi dinidá y a la tuya. Ora que eres reina tienes que cuidarte de no erutar ni regoldar, que regüeldos y erutaciones no son propios de la nobleza, menos aún de la realeza,  ni mascar a dos carrillos, ni has de arrascarte  las greñas ni despiojarte en público.  No cuentes  nada desto ni al cura  ni al boticario ni al barbero,  pregoneros de tres al cuarto, no seáse que se enteren en la corte y envíen soldados a conquistar nuestra ínsula de San Borondón  en nombre del Rey  de las Españas  de Felipe II “el piadoso”.

 

 


     Esposa mía, continúo esta misiva semanas  después de donde la dejé para avisarte que en la ínsula, además de las dulzuras que te conté,  existen grandes canes como dragones, con los mesmos ojos de mi faz los he visto, y en sus mares hay grifos con aletas de pez, cíclopes acuáticos y serpientes marinas y en  sus bosques  ninfas y seres diminutos que hay que mirar de lado o poner la vista nublada como cuando miras al horizonte y no ves nada sumido en pensamientos, entonces es cuando aparecen y desaparecen con la misma rapidez.  También he avistado con mayor claridad a los  habitantes salvajes que hemos de cristianar  y sacarlos de las brumas de la idolatría, y hasta brujas haylas que por aqueste lugar llaman harimaguadas, de  piel más clara que los turcos y moros dafrica. No son hadas ni fantasmas ni espíritus pues tienen los muslos prietos y no están descarnadas,  son más de carnes que de huesos. Descarnados sí son los aparecidos en mi lecho, que no me apercibo si son malos sueños o los antepasados de los aborígenes llamados guanches, que momificaban y enterraban en sus cuevas con grandes piedras taponando las entradas mortuorias como hicieron con nuestro señor Jesucristo, y que como él, resucitaron,  no para ascender a los cielos, sino para perturbar mi sosiego. También se me asoman por las noches, por obra de un hechizo o alguna pócima que puede que tomara sin apercibirme,  unas hermosas  doncellas, hadas si no fuere porque visten  pieles de carnero y que afirman  ser las verdadera y últimas princesas canarias  hijas de reyes que por acá nombraban  guanartemes. Pellizcanme los mofletes,   bailan sobre mi abultada panza,  jalan de los ralos pelos que me quedan no dándome sosiego en toda la noche. Mi señor Quijote dice que es por culpa del mucho yantar y holgar, que son malas digestiones, aconséjame que ayune, que de buenas cenas están las tumbas llenas, pero me barrunto,  Teresa mía, de que sirve ser rey entonces si tengo que cerrar el jocico y no catar ningún manjar.

     Te cuento también,   esposa, que asta ora no he visto ni un solo ducado de los prometidos, menos aún maravedíes para construir la fortaleza, armar al ejército y dar de comer a mis vasallos, y si este devenir continúa me he de despojar de  la corona y tornar a servir de escudero de mi señor, o  mejor volvernos ambos a nuestras casas, él a su hacienda  como el hidalgo Alonso Quijano que es, y yo, al campo,  como el humilde  labrador de antaño, que esto de ser rey de ínfulas más que de ínsulas, no es quehacer serio, pues  oficio que no da de comer a su dueño no vale dos habas”.

     Que Dios te guarde, mi bien. A ti y a nuestra amada hija.

     Tu marido, el Rey Sancho I de San Borondón, a veinte de julio del año del Señor de mil seiscientos catorce.

          


                            857 palabras



Dedicado a mi señor padre que fue, y digo fue porque ya no está con nosotros, degustador de las andanzas  del Quijote, y en más de una ocasión oíle desternillarse por mol de alguna aventura o chascarrillo sobre todo de Sancho. Yo era muy joven y pensé que a mi padre se le había ído la mollera como a don Alonso Quijano, pero no, solo tenía sentido del humor y agora lo comprendo. Va por ti, querido papá, y por tus enseñanzas.


domingo, 12 de marzo de 2023

¡BIENVENIDO, MISTER AMÉRICA!

Bienvenido, Mister. Marshall, película comedia-sátira española del año 1953 dirigida  Luis García Berlanga. Guion de Juan Antonio Bardem, Miguel Mihura y Luis García Berlanga.

Destaca la interpretación del ser. Alcalde  por el gran José Isbert  Años 50. 

Villar del Río es un pequeño y tranquilo pueblo en el que nunca pasa nada. Sin embargo, el mismo día en que llegan la cantante folclórica Carmen Vargas y su representante, el alcalde (Pepe Isbert) recibe la noticia de la inminente visita de un comité del Plan Marshall (proyecto económico americano para la reconstrucción de Europa). La novedad provoca un gran revuelo entre la gente, que se dispone a ofrecer a los americanos un recibimiento muy especial.   

Se relata la historia en un tono perfectamente controlado de las actuaciones. Una farsa apagada con un ligero matiz subterráneo agridulce.



                                                           ¡BIENVENIDO, MR. AMÉRICA!

 

Los americanos  llegaron en el  68 para la explotación del  yacimiento de fosfatos  en el Sahara Occidental. El precio de las habitaciones se disparó en el parador y en la única pensión  de El Aaiún.  Los ciudadanos alquilaron habitaciones en sus viviendas a un precio desorbitado. Hubo disputas por la repartición de los inquilinos; familias que antes eran amigos  dejaron  de saludarse  por ir a la caza del yanki. En el casino de oficiales les concedieron pases de cortesía pese al  malestar del resto de la población. En cambio, los comerciantes estaban satisfechos. Los bazares hicieron el agosto vendiendo gitanillas, toros y toreros,  abanicos y postales “typical  spanish”. Los americanos se quejaban del tremendo calor, así que también se disparó la venta de ventiladores, y el de las cubetas de hielo bajo ellos para que el aire resultara más fresco, al menos hasta que se derritieran, lo cual hizo muy feliz al heladero. Menos acogida popular tuvo la subida de precios de las bebidas alcohólicas y el de la Coca-Cola. Se popularizó  el Manhattan mezclado con Martini rojo  seco y whisky a partes iguales.

     En la única piscina pública de la que algunos saharauis eran socios, se les prohibió la entrada no fuera que contaminaran las albas aguas donde los yanquis remojaban sus traseros.

     Cuando los gringos se marcharon,  más de un bebé rubio aumentó la población. 

     El siroco del Sahara se llevó en volandas los sueños  de un mundo mejor  mezclados con los  letreros baldíos de ¡Bienvenido Mr. América!




                                Isabel Caballero

                                250 palabras

 


jueves, 9 de febrero de 2023

Cine muy aficionado

 





                                   CINE MUY AFICIONADO



Dominico era  el muchacho  más rarito de la facultad.  Entre otras manías tenía la asquerosa costumbre de hacer gárgaras, toser y escupir en su inmaculado pañuelo planchado meticulosamente por su madre antes de ofrecernos, sin que nadie lo pidiera, su amplio repertorio de o-pe-pe-pe-pe-ra. No desaprovechaba ninguna ocasión para hacer gala de su destreza vocal.

      Cuando me ofreció participar en la película que representaría a nuestro curso en la “La muestra de Cine Amateur”, no lo dudé ni un segundo, ya que mi “partenaire” iba a ser Toño, el muchacho por el que todas suspirábamos. Yo interpretaría a una hija de familia tradicional  muuuy de derechas enrollada  con un muchacho   afiliado a la CNT, algo para hacer perder los nervios a un padre de mano  suelta.

      Contábamos con la cámara de Dominico, su furgoneta, su estudio, la dirección e ideas de él, y sobre todo, la intendencia de su madre, nuestra generosa mecenas. Nos dejó su casa de campo para rodar algunas escenas corriendo con los gastos de comida y bebidas, todo fuera por el triunfo y reconocimiento de su amado hijo.

      Al actor que hizo de  padre le pusieron  quevedos en la punta de la nariz y el pelo en raya engominado de brillantina, una mezcla entre retrato proustiano y relamido caballero “demodé”.

    —No sé yo si dará el pego —alegué.

   —Lo elegí porque tiene la mano derecha grande —contestó Dominico.

    —¿Solo la derecha? 

    La izquierda no cuenta.

    

  • Plano americano del padre levantando la mano.
  • Plano medio de la cara asustada de la hija.
  • Primer plano de la mano a cámara lenta.
  • Primer plano de las mejillas de ella.
  • Primerísimo plano de una mancha blanca supuesta mano derecha del padre de la hija.
  • Plano detalle de las pupilas de la hija… (habría sido fantástico disponer de la técnica necesaria para que en dichas pupilas se reflejara la mano derecha del padre avanzando hacia la mejilla de la hija).
  • Fundido en negro y sonido In Of de una estruendosa cachetada.
  • Encadenado con la imagen del cristal de la ventana golpeada por la rama seca de un árbol y lágrimas de la hija resbalando por sus mejillas.

    Todo muy dramático.

    Una de las escenas que salió rodada fue la de la iglesia. Ya hubo una conversación previa y filmada en que me convencían para ir al aniversario de mi difunta madre, (otra actriz que nos ahorrábamos). La verdadera madre, la de Dominico, hacía bulto entre la concurrencia. Dos camaradas de partido repartiendo panfletos en la puerta sin permiso eclesiástico. Se suponía que mi padre tendría un altercado con mi novio rojo y panfletario. En el 76, con Franco aún caliente en el mausoleo del Valle de los Caídos, los grises te podían empapelar por mucho menos.

  Dominico rodaba escondido tras las cortinillas del interior de la furgoneta aparcada en la misma entrada, y justo cuando le dieron la propaganda insidiosa a una vieja, esta reaccionó a mamporros con el bolso una y otra vez en la cabeza de los actores, a la que se sumaron otras señoras de igual talante agresivo y fervor patriótico.  La hebilla del jodido bolso de una de ellas le rajó una oreja a mi novio, así que la mancha de sangre esta vez no fue de colorante. La madre de Dominico empujó  a  la mujer que estaba arruinando la escena de la maravillosa película de su creativo hijo. Se armó la marimorena porque todo el mundo se daba de hostias. Cuando se escuchó la sirena de la policía huimos en la furgo, supongo que la pasma se preguntaría extrañada por qué unos pirados repartían papelitos en blanco en la puerta de una iglesia… seguro formularían descabelladas hipótesis sobre contubernios judeo-masónicos para rellenar el reglamentario informe policial.

    Con la muerte de mi novio se acababa la peli. Lo mataron en una manifestación. Como nuestro presupuesto no daba para rodar escenas multitudinarias, solo se filmó la parte en la que me dan la triste noticia. Tenía que abalanzarme sobre su cuerpo. 

     ¡Oh noooo noooo Toño! ¡Dios mío noooo! ¡Ohhh Dios mío, mi Toño!

      Carecíamos de medios para sincronizar la banda sonora con  las imágenes, así que los diálogos los grabábamos aparte superponiéndolos después.  Eran otros tiempos. El Toño se distorsionó en un desafortunado coño.

      ¡Oh noooo noooo coño! ¡Dios mío noooo! ¡Ohhh Dios mío, mi coño!

      El director decidió, con acertado criterio,  cambiarle el nombre.

      Ganamos el certamen. El jurado dictaminó que era una parodia genial, así que la encuadraron en género humor, lo cual  no le hizo mucha gracia a Dominico, menos aún a la madre del genio.

      Nos hicieron una fiesta que amenizó el director   con sus gorgoritos en Do-Re-Mi. Aplaudieron  con verdadero entusiasmo pensando  que formaba  parte del show, colofón del cómico corto. Toño me contó que, pese a las ovaciones,  encontró a Dominico llorando en el váter por lo decadente  de su “Opera Prima”.

     —¿Y qué hiciste?

     —Nada, estaba meando,  tenía la polla más chica que un garbanzo.

     «Del tamaño de tu cerebro», pensé, aunque no fue impedimento para acostarme con él. Con Toño.

      Al final no se rodaron las escenas íntimas donde, mientras la policía tiroteaba a mi novio, yo me tiraba a su mejor amigo, y aunque él era un hijo teórico de Bakunin, no dejó que su chica se desnudara ni que se lo hiciera con otro por exigencia del guion. Una cosa era ser anarquista y otra un cornudo cinéfilo.



                                                                                                            

                                                                                                            Isabel Caballero

                                                                                                             900 palabras